

Esas fotillos, las capturé con mi celular en el mes de abril. Cuando todavía tenía el pelo largo. Ya subiré más actualizadas. Nunca pensé que la resolusión de las imágenes son tan buenas. Seguiré sacando fotos con mi celu entonces....
Es una tranca Psicológica lo que lo desvía del camino normal. Al interior de su caparazón no entra nadie más que él mismo. Es una burbuja infranqueable. Su vida transcurre al interior de su hogar como manso animal. Sueña despierto, estira los brazos y expele su olor, se rasca la panza y se sienta casi como acostado. Su única compañera es la botella de cerveza. Las moscas se posan en su cabello. No conoce la libertad exterior de la calle. No se siente sólo: lo acompaña un medio de comunicación. Fuma cigarrillos de vez en cuando. El sillón, que también es su cama, ya está apunto de fracturarse. El desorden del living evoca el caos de su mente. Se mueve poco (salvo para buscar comida que, luego de extraerla del refrigerador, la calienta en el microondas o para ir al baño), y pasa todo el día viendo televisión. Tiene cable. Su tele es de 21 pulgadas. El DVD parece de adorno, porque lo ocupa escasamente; y cuando lo hace, es simplemente para ver una película de acción que ya se estrenó en los cines. El amplio sofá azul marino de cuero con plumones de algodón-que refleja la buena situación económica de sus progenitores- es su refugio espiritual. Allí reflexiona sobre los grandes acontecimientos que les suceden a los protagonistas de una teleserie. O tal vez elucubra sobre el destino de los actores de una serie norteamericana. Ni siquiera navegar por Internet le llama la atención. Cree en el amor al control remoto; lo ama porque no tiene que pararse para cambiar de canal. Se ríe de los problemas relativos a la farándula. Llora cuando se muestran imágenes de niños en la guerra. Canales deportivos no ve, debido a que se frustra si observa a sujetos con cuerpos esbeltos. No está conforme con lo que es, pero aún así, no hace nada para cambiar. Al contrario, refuerza su gordura. Come alimentos ricos en grasas y calorías. Obviamente que con eso aumenta su sobrepeso. Es mantenido por sus padres, quienes le mandan dinero semanalmente. Su apariencia es la de un borracho chascón, con barba y ropas descuidadas. Es velludo y moreno. Cuando está de pie, da la impresión que el estómago se le fuera a caer. Su caso es una típica hipnosis audiovisual que les ocurre a personas sedentarias, hedonistas, desocupadas y flojas. No tienen otra cosa mejor que hacer que estar pegadas al televisor. No necesitan trabajar. Para eso sus seres queridos les costean sus vicios. De esta manera, van cayendo en un hoyo existencial que los convierte en perfectos inútiles. La única salida para ellos-y sus padres- es un tratamiento psicológico severo, que les ayude a cambiar de hábitos, tener una actitud mucho más activa frente a la vida, ser capaces de renunciar al aislamiento y compartir con la sociedad, interactuando con ella. Alguien les tiene que decir con urgencia: “Abre la puerta de tu casa, la de tu mente, la de tu alma, y la de tu corazón. Que tu evasión sea tu imaginación y no la televisión que fomenta el analfabetismo. Corre por las calles de tu barrio. Respira en bosques. Báñate ríos y mares. Empápate del amor a una mujer y a la naturaleza...” Estas acciones se logran con voluntad interior. Si ellos mismos no reconocen sus problemas, y tratan de modificar su conducta, difícilmente alguien los podrá salvar de la mediocridad; seguirán estando alienados y siendo zombis. Pero a lo mejor son felices con la vida sencilla que poseen. De todos modos, de eso no se trata la vida… ¿o sí?
Herman Hesse y su visión totalizadora del ser humano
· A lo largo de su obra, planteó temas recurrentes centrados en aspectos existenciales del hombre. Las dualidades internas del sujeto, en constante conflicto, y la lucha de éste por superarlas para llegar a su plenitud y así lograr un conocimiento más integrado de la vida, son ideales que envuelven su creación. Asimismo, tenía un interés no sólo artístico, sino que también ético, de imaginar un mundo con los mejores valores de la humanidad y poder vivirlos.
En torno a Herman Hesse, surgen en mí sentimientos encontrados de admiración e indiferencia. Por un lado, entiendo sus novelas como un regocijo espiritual en el que todos los que las hemos leído nos vemos proyectados en sus personajes. Por orto, no me causa ninguna gracia conocer la vicisitudes de seres superiores ficticios, que en la vida real no existen. Pero como este escritor no fue para nada dogmático, seguramente toleraría mis opuestas impresiones.
Debo reconocer, eso sí, que sus escritos producen un goce estético en mí. Para explicar por qué me ocurre eso, es necesario conocer la intencionalidad poiética Hessiana. Así, uno revela que su obra es una prolongación de sus propios sueños e ideales, que concretan sus peculiares personajes.
Poeta innato
Hesse nació en 1877, en Calw, al sur de Alemania. Su infancia la vivió en esta localidad rodeada de bosques, lo que le sirvió para apreciar la belleza de la naturaleza. Pertenecía a una familia de pastores protestantes, que habían vivido en la India. Esto tuvo gran influencia en sus novelas. El lazo afectivo que mantuvo con su madre fue muy importante en su afición por la música.
Él creía que no había ninguna disciplina que enseñara a ser poeta, pues era un camino individual que había que seguir a través de la vida. “Se nace poeta, no es poeta el que quiere llegar a serlo (…) Es un honor ser poeta, un poeta conocido y afortunado”, frase que dijo este novelista en algún momento de su vida.
Estudió dos años Teología, que luego dejó. Tras ello, siguió estudios en forma personal. Entre los 16 y los 20 años, no sólo llenó cientos de papeles con sus primeros ensayos de poeta, sino que además conoció parte del la literatura mundial y estudió con tenacidad la historia del arte, las lenguas y la filosofía.
Los primeros libros que le hicieron ser escritor fueron: “Hermann Laucher” (1901), y “Peter Camenzind” (1905) y “Bajo la rueda” (1907). Textos casi autobigráficos y muy conectados con las dificultades de la adolescencia.
En 1919 aparece publicado “Damián”. Novela que muestra el crecimiento de su personaje principal, Sinclair, con todas sus dificultades, teniendo como guía cercano a Demián, un joven más maduro que puede estar dentro o fuera de Sinclair. Es un relato en el que la intimidad del personaje central evoca sus miedos, sus amores y admiraciones, sus creencias y su permanente evolución.
En 1922 se publica «Siddharta». Desde la niñez Hesse había sentido una gran cercanía con la India por sus padres y su abuelo. La novela es una visión espiritual de la vida, la búsqueda de un sentido y de la interpretación del mundo.
En 1927 publica «El Lobo Estepario» y en 1930, «Narciso y Golmundo». Trabajó casi once años en la confección de «El Juego de Abalorios». Esta última novela es para algunos, su obra de mayor profundidad. Y fue publicada en 1943. Describir este juego resulta inefable, sólo se nos dan algunas pistas. Se trata de una actividad que busca conexiones, y posibilidades de intercambio entre los diferentes aspectos del conocimiento humano.
La totalidad-dualidad
Si uno aprecia con cuidado los temas referidos por este escritor, uno descubre que aluden al ideal de totalidad y simultaneidad entre el arte, la filosofía y la vida. ¿Cómo superar la dualidad interna del ser humano? ¿Cómo unir la parte espiritual y mental, con la pasión y sentimiento? son problemas permanentes del ser humano que, de cierta forma, reflejan que en su vida real, Hesse tuvo inquietudes espirituales.
Este novelista pensaba que este mundo está lleno de polaridades. Por ejemplo, entre materia-espíritu, paz-guerra, espíritu-naturaleza, demoníaco-angélico, etc. En este sentido, sus personajes luchan por encontrar un mundo más armónico que supere estos antagonismos, siempre dolorosos.
En el fondo, trazó un camino místico de autorrealización. Una especie de unidad ontológica de la naturaleza y el espíritu, una posibilidad de abarcar los opuestos en pugna, integrados en un nivel superior de conciencia. Asimismo, tenía un interés no sólo teórico o artístico, sino que también ético, de imaginar un mundo con los mejores valores de la humanidad y poder vivirlos. También hay muchos símbolos de unión y totalidad presentes en su obra: el agua, el fuego, el Juego de Abalorios, el Buda, el Teatro Mágico, los Inmortales, entre otros.
Del mismo modo, creía que el hombre nace en la inocencia, luego pasa al conocimiento, con la desesperación que eso conlleva. Y puede lograr, pocas veces, una vuelta a la inocencia como un estado espiritual y de servicio a la comunidad. Esta candidez responsable es el logro del ser humano más evolucionado. Es como el mito del Superhombre de Nietzsche, en el que el hombre vuelve a ser niño. Sólo los artistas, los filósofos y los santos pueden llegar a esta etapa, luego de un largo camino de crisis con el mundo habitual, al logran una superación de los conflictos y darle vida a los valores más altos de la cultura.
La amistad es el complemento
La presencia de los amigos como una forma de interactuar, de influirse mutuamente y de crecer, es un asunto reiterado en su obra. Estas amistades nos muestran la polaridad de algún conflicto del ser humano, representado en dos personajes, que muchas veces pensamos que pueden ser dos partes de una misma persona. Por ejemplo: Sinclair y Demián, Narciso y Golmundo, Harry Heller y Armanda, etc. Siempre uno aporta al otro lo que le falta, lo que lo completa, lo que lo hace más humano, y le permite madurar. Son lazos espirituales que producen cambios profundos en cada personaje. Uno es como el doble opuesto del otro.
En definitiva, por su aporte al espíritu universal, Hermann Hesse recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946. Año en el que además, obtuvo el Premio Goethe en Alemania, donde sus novelas habían sido quemadas y prohibidas por el nazismo. Sus libros tuvieron gran difusión en Europa y Latinoamérica. Murió en 1961 a los 84 años…habiendo logrado con creces “ser un poeta conocido y afortunado”.
A medida que voy creciendo el tiempo pasa más rápido. O al menos es esa la impresión que tengo mientras percibo este planeta caótico. Y esa sensación puede ser catalogada como natural y biológica, en cuanto a que a medida que uno crece el metabolismo es más lento, por lo tanto, el funcionamiento interno de nuestro organismo se demora en terminar sus procesos internos. Y todo lo externo (en este caso el entorno del mundo) se siente transcurriendo de forma veloz. No debería ser extraño. Pero para mí lo es. Recuperar la ilusión de niño es algo por lo que lucho constantemente. No vestirse con ninguna ideología ni asumir responsabilidades es mi consigna. Sin embargo-y de alguna forma contradiciéndome-en instantes creo que debería madurar en muchos aspectos. Nadie es perfecto, ni pretendo serlo. La vida empieza cuando envejecen los sueños, decía Nietzsche. Tan pesimista no soy. Soy más bien optimista y transmito alegría a la gente para que me vea feliz. Es un mecanismo de defensa que empleo para proyectar motivación hacia los demás. Yo trato de combinar seriedad y chacota como quien trata de mezclar agua y aceite. Pero qué puedo hacer si soy géminis. Las dos caras de la moneda aparecen simultáneamente en mi mente confundiéndo y entorpeciendo mis pasos...Me complico más de la cuenta. Mi pecado es pensar en demasía. Le doy vueltas a un asunto en mi mente de forma redundante. Eso trae consigo un rollismo innecesario y un derroche neuronal...esta misma columna la reflexiono mucho. Debería simplemente escribir. Uno escribe lo que piensa. A veces escribo lo que otros piensan. Si eso es plagio, entonces que todos lancen la piedra. Todos nos influenciamos por algo o alguien. Si no hay influencia, no hay aprendizaje. Si no hay gustos, no hay identidad. No copio, porque digo lo mismo que otros, pero con distintas palabras. Lo que hago simplemente es interpretar a mis pensadores favoritos. Comparto lo que ellos piensan nada más. En todo caso los ocupo como marco de referencia y no como adjudicándome frases de otros o apoderándome de ideologías de tinte dogmático e intolerante....Siendo consecuente con el título...la plenitud que siento es relativa. Por un lado, me creo el cuento del futuro periodista. Por otro, no creo en nada. Soy un nihilista pasivo. Pero mi pasividad tiene un límite: cuando algo afecta mis emociones...con esto no trato de decir que soy frío, sólo que tengo mi lado neutral y demasiado "ver para creer"...Tengo que aprender a separar planos. Una cosa es ser periodista objetivo que no se deja instrumentalizar con ningún tipo de ideología. Pero otra cosa es aplicar esa misma lógica en la vida cotidiana. En el hogar o en la Universidad si se hace eso, uno no se compromete con nada y cree en nadie. De esa forma uno se vuelve apático y desconfía de los demás…la soledad se la crea el mismo sujeto por la profesía autoclumpida. Si soy autocrítico me supero a mí mismo, si no lo soy, sigo siendo un más del monton. La plenitud de tener 22 años permite ampliar la visión que tengo del mundo interior mío y del exterior. Ojalá el destino se construya a mi favor...
La juventud es una etapa bonita de la vida, pero cuando estás inseguro en cuanto al porvenir o estás confundido porque no sabes lo que quieres, vas cayendo poco a poco en el precipicio de la incertidumbre intolerable. No me percaté de las consecuencias que traería esta armonía de ilusión forjada, nunca sospeché que el peldaño de madures disfrazada, me causaría la más indecisa personalidad mía. Lo mismo ocurrió con otro individuo; no obstante, él había tenido más experiencia que yo y, por ende, seguramente lo que lo destruyó en dignidad en un momento, lo fortaleció luego de que se recuperó. En cambio yo, que aún no me saco los pañales de la infancia, voy descubriendo que no salí como querían los otros-aunque eso sea positivo para mí al mantener mi autenticidad-un molde que esperan de este estrafalario ser. Quizás, todavía no me reconozco en un espejo (y eso que éste no miente) en el cual pueda vislumbrar mi alma achacada por remordimientos estúpidos. Dicen que son estos los años de los grandes descubrimientos. Uno tal vez, a esta edad, capta mejor el entorno o lo exterior del mundo. La tarea difícil en estos tiempos es descubrir tu mundo interior. La desesperación por no encontrar un horizonte claro, te hace involucrarte con terceros, lo que conlleva a que tu felicidad dependa de los demás. La identidad se construye a base de memoria y de experiencia personal, pero qué pasa cuando eso no basta, qué pasa cuando incluso habiendo hecho cosas por ti mismo y por los demás, no puedes identificarte a ti mismo. Son esos cuestionamientos los que no dejan a mi mente pensar en paz. Mi cabeza es una brújula que no apunta a ningún punto cardinal. Sin orientación en la vida, transitas como un animal ciego. Cada día pasa, en un abrir y cerrar de ojos; ya estaré viejo, con los mismos cuestionamientos. A todos nos pasa lo mismo, es parte de la condición humana, el de llegar a viejo con incertidumbres. El optimismo es un alucinante que te permite disfrutar la vida, pero de manera efímera; nunca llegas a la cima de a tu autorrealización; eso es una utopía. El hombre es una pasión inútil. Si naciste del vientre de tu madre llorando y los que te observaban estaban contentos y riendo, la idea es que cuando te estés muriendo, tú seas que el que se esté riendo y los demás tristes y llorando. Ahora bien, la esperanza es lo último que se pierde en la vida, se divulga con religioso afán. Por lo menos me puedo aferrar a una creencia subjetiva, ya sea artística, religiosa o política. Lo importante es no dejar de creer, porque cuando pasa por encima de ti una ola del escepticismo, vez todo el sin sentido y sin sabor de la vida. Esto va condenando y matando la última gota de fe que te queda, teniendo como resultado un alma vacía dispuesta a morir en el abismo. No propongo el típico disfruta la vida, aprovecha el tiempo ni cosas de esas, simplemente aprende a valorar la vida. Cada viento, cada amanecer y anochecer, cada suspiro que emites cuando respiras en paz, aunque sea por momentos, es lo que determina la apreciación del lado bello de la vida. Somos un animal más en este mundo caótico, que busca sobrevivir ante los obstáculos naturales. Que la muerte sea una salida y no una entrada hacia otro mundo, puesto que del mismo modo que no sabemos nada antes de nacer y nos introducen arbitrariamente a vivir acá, de igual forma después de morir ignoramos hacia donde se dirige nuestra alma; y si es que va un mundo, quién sabe si no pasa nada. No saco nada con especular porque la curiosidad no solamente mata al gato, sino que a cada hombre y mujer que habita el planeta. A lo mejor cuando llegue a viejo encuentre las respuestas necesarias que atenúen mi incertidumbre, mientras tanto la idea es no dejar se hacerse preguntas aunque sean superficiales e ingenuas a ojos externos. La oscuridad de mi vida empieza cuando veo todo en blanco. La paradoja.
A escondidas veo a la gente que transita de un lado para otro, sin rumbo fijo. Unos vienen otros van, que más da. Al final todo cae por su propio peso. Entre más personas tengo alrededor mío, más solo me siento. Nunca acompañado me sentí tan solo. Estoy con otros, pero es como si estuviera con nadie. Soy yo y mis pensamientos. Nadie se entromete en aquellas divagaciones mías, que en ocasiones distorsionan mi brújula. Siempre salgo fuera de mí. Afuera no veo a nadie. Ensimismado giro como cojo inquieto. Los otros al no comprenderme, me convencen que hablo en otro dialecto, otro idioma o quizás sólo me dan a entender que no pertenezco a su mundo. Por tanto, construyo mi propio planeta de ilusiones por doquier. Cada semilla la da la hoja que cae con el viento veraniego; cada melodía que mis insípidos oídos pueden captar es un regalo vulnerable. Todo eso forma parte de mi sistema de las quimeras. Lugar donde moran los sueños de insomnio. No se trata del maldito juego de las drogas, ni del sometimiento a la urbanidad de la selva de cemento. Se trata de quién controla a quien ¿La droga maneja a quien la consume o viceversa? La adicción se manifiesta cuando un sujeto no tiene la voluntad, o más bien pierde la voluntad de dejar de consumir drogas. Y en estos casos, quien gana la batalla es la droga que se apodera del alma débil y sucestible de una persona incapaz de valerse por sí misma, y ve en las drogas una forma de evasión; y así escapa un poco de la monotonía que puede habitar en su realidad. Entonces, la moraleja es clara: todo en exceso hace mal. Es posible probar algunos estupefacientes para experimentar nuevas sensaciones, pero sin abusar ni consumir con frecuencia, porque malas conductas repetidas se convierten en patrones psicológicos negativos. Tal vez una vez al año, o mejor aún, una vez y nunca más, dependiendo de la pureza (impureza) de la droga introducida al organismo. Pero si existiera conciencia por parte de los drogadictos de saber cuando parar y dejar de consumir, a lo mejor en un futuro no muy lejano se legalizarían todas las drogas. Mientras tanto, los incrédulos seguirán conformándose con manipular de forma clandestina, la bendita droga; que hace que un sujeto crea que cada vez se siente más y más solo, estando con otros…la compañía solitaria.
El mundo como pregunta Unos ojos abiertos y curiosos tienen los niños a cierta edad (entre los 5 y 10 años). Para ellos todo es incógnito porque descubren un mundo en el cual fueron introducidos sin su consentimiento. Contemplan el entrono con ganas de aprender, en primera instancia, como mera imitación de conductas de sus seres queridos con los cuales viven y desarrollan su crecimiento. Aunque inconscientes aún, los pequeños forman su comportamiento que los marcará de por vida. No hablo sólo del aspecto psicoanalítico que otorga cierta persistencia de comportamientos que se repiten en el futuro del niño cuando este es adulto, sino que también la cosmovisión que este tiene de la realidad en la que vive. Con esto trato de decir que hay un determinismo cultural o familiar que de por sí condiciona el devenir de las personas. Se dice que un individuo que vivió desde temprana edad con una familia bien constituía-entendiéndose por tal, una familia compuesta por un padre una madre y hermanos-tendrá en el futuro una vida digna por los valores que posee. Se cree también- en occidente sobretodo- que un sujeto con educación básica y pre-básica, tiene más oportunidades de surgir que otros que no la tuvieron. Si a lo anterior le agregamos además que el punto diferenciador más patente en la juventud es el momento cuando sólo algunas personas de una generación pueden acceder a la educación superior, ya sea por sus capacidades o por sus recursos, podemos colegir que las sociedades actuales son elitistas porque escogen a los mejores para continuar con el sistema: el neoliberalismo. Pero no pretendo abarcar una crítica a las estructuras sociales ni minusvalorar la misión formadora de los centros educacionales. Lo que acá se plantea es la idea de que antes de que nacer, estamos adscritos a lo que seremos en la vida. Es como la predestinación: todo está escrito. Con esto no aludo al hecho de que nos estamos convirtiendo en sociedades estamentales en las que si uno nace pobre muere pobre, sino que se refiere al modo de organizar el mundo de antemano antes de que nacemos, dependiendo de la cultura, raza, geografía y lengua. Con la globalización este tipo de teorías no tendrían ningún tipo de fundamento, porque todo sería uniforme. Pero esa uniformidad estaría determinando a priori la vida de las personas, porque si no ¿de qué otra forma sería el mundo? No hay otra explicación. No obstante, en este paradigma está subyacente una idea que da origen a su título. Y es que una pregunta trae a colación otra pregunta y así hasta el por qué infinito. Vale decir, cuando uno encuentra respuestas a un cuestionamiento, surgen nuevas dudas, las que, por principio, generan nuevas preguntas, y éstas al reformularse crean otras maneras de resolver esas interrogantes… y así se repite el ciclo eternamente. No hay certezas, es parte de la condición humana. Y por eso cuando se nos trata de imponer una visión de mundo, en la madurez uno debe aceptarla o renegarla, pero quedarse con alguna visión, ya que sino la tiene estaría únicamente sobreviviendo. Los niños son los privilegiados en este aspecto. Ellos tienen un alma libre, no corrompida. Para ellos el color de la vida es mágico e inefable. Nadie se entromete en su mundo. Cuando comienzan las preguntas, comienza a desvanecerse también ese universo que construyeron con fantasías para adherir a la lógica de la sociedad. Es verdad, están socializando, mas no vuelven a percibir como antes. A lo mejor conocen el amor y las cosas bellas de la vida a medida que van creciendo, pero esa concepción inocente se esfuma con los años y no vuelve más. Algunos buscan retornar a aquel a través del recuerdo, aunque es inútil porque en aquel mundo primerizo no se cuestionaba, se vivía. El mundo como pregunta empieza cuando uno deja de ser niño. El mundo como respuesta no les pertenece a los hombres, sino que a los dioses… |