miércoles, agosto 01, 2007

Poema dedicado a los empaques

La voluntad del sustento

De pie, frente al inamovible cobrador inerte,

operado por manos veloces,

cuyos dedos digitan cifras con valores que da el hombre a las cosas.

Concurrencia laboral, acercamiento cauteloso,

de quien ayuda al lúcido erario retail.

Frágil nylon, que acoge los abarrotes,

puestos ahí por mentes mozas, formadas en criterio.

Orden compatible a la naturaleza de los víveres.

Distribución espacial determinada por su peso,

con un suave amarre o suelto, el envoltorio está hecho.

Servicio prestado, cuando se guarda lo comprado,

en trasportes metálicos que ya se han usado.

Surge la breve agonía de la espera,

la mirada petrificada, el afán de la moneda.

Una intención gatilla el deseo de solventar,

un movimiento quieto abarca el cuerpo,

una pasividad encubre el justo capricho,

en un rostro que da una sonrisa al otro.

La gratificación es externa, regalía a conciencia.

Mal visto si no se da, y estimada si se otorga con creces.

Así como los feligreses confieren dávidas a su albedrío en las iglesias,

los clientes conceden pesos a los empaques para su adecuada subsistencia.

Recibir propina es querer:

Dinero tener.

Juntarlo es ahorrar.

Y gastarlo es sustentar.

Filosofía intrínseca en la ética del empacar.

Juventud ocupada, pero feliz:

Dignidad a temprana edad.

Trabajo fácil, pero sutil:

Estudiantes con capacidad emprendedora.

Horarios flexibles, pero provechosos:

Optimización del tiempo libre.

Personal externo, pero íntegro:

Educación superior como requisito.

La necesidad agudiza el ingenio;

la voluntad del sustento expresa ese anhelo.