sábado, junio 18, 2011

El rincón de la noche


Es un espejo. Es un azulejo. Es un esperpento. No es nada. Es algo que no es. Ronda por las cabezas asustadas de miradas desconfiadas ¿Será un asteroide? Se pregunta él mismo. Mira que la cosa anda a medias !Si es que anda¡ La vida sigue su curso oscura y enferma. Ya hay nubes nubladas en la mente. No quedan sueños, sólo recuerdos con chispazos de momentos estupendos. Se acabó la ternura, renació la amargura. Es grande el estigma y pequeño el desinterés. Murió la flor, nació el horror. Que una luz, pero tenue. Ya no hay claridad, sólo momentos de agonía. Inquietud sin quietud. Moribunda abunda la vida del vagabundo. Y ya conoce el sedentarismo en su plenitud: aprendió a volar. Las canciones resuenan en la mente, y el frío se apodera de las venas. Caminar es el consuelo, encontrar es el anhelo. Los buenos sentimientos se perdieron. Se los comió el sistema. No hay igualdad. Las diferencias se acentúan y la modernidad dibuja el entorno de una sola silueta de la nación corrompida. Hay que cuidar la propia bufanda. No va a morir la vida, pero sí sus motivos. Hay edades que se carcomen años tras años y el peso de cargar los karmas se vuelve más pesado. Ya la resistencia es menor, ya el sueño es plano sin coherencia. Los demás invaden lo interior. Corren, aplauden y critican. Todos quieren ser mejor que todos y no son capaces de mirarse su propia mierda que tienen en sus pies. Si la lucha tuviera sentido, eso lo da el objetivo loable por el que se efectúa. Hay frío de traslado en la noche. Mejor ponerse en un rincón como solo, pero acompañado por gente indiferente. Todos pasan y no responden. Existimos por existir sin cuestionarnos los motivos. Sólo sabemos los efectos de las causas sublimes de Dios, no sus orígenes.