viernes, agosto 11, 2006

Autoretrato




















Esas fotillos, las capturé con mi celular en el mes de abril. Cuando todavía tenía el pelo largo. Ya subiré más actualizadas. Nunca pensé que la resolusión de las imágenes son tan buenas. Seguiré sacando fotos con mi celu entonces....













¿Quiénes gobiernan realmente en el Chile actual?

Grupos de presión: La influencia incontrolable

En nuestro país durante los últimos meses, se está dando un fenómeno social que remece al gobierno de Bachelet: los ciudadanos se están manifestando democráticamente. Exigen demandas al corto y largo plazo. Plantean problemas concretos y realistas. Convulsionan a la opinión pública. Crean conciencia sobre las falencias del sistema imperante. Se organizan de tal manera, que saben cuándo y dónde actuar. Y los medios de comunicación los respaldan, cubriendo cada evento que convoque a un gran número de personas. Aquello refuerza los objetivos de estos grupos de presión que se hacen cada vez más fuertes e influyen rotundamente en la toma de decisión de los políticos.

No son sólo los trabajadores que protestan por mejoras en los sueldos, apoyados por la CUT y los partidos de izquierda. No son sólo los camioneros que piden rebajas en los precios de la bencina. No son sólo algunos habitantes de la comuna de Peñalolén que solicitan viviendas dignas, o los deudores habitacionales que son capaces de suicidarse con tal de presionar al gobierno. No son sólo los chilotes que paralizan los transbordadores marítimos para conseguir que el gobierno cumpla con la promesa de construir, de aquí al año 2010, el famoso “puente Chacao” que una la isla de Chiloé con el continente americano. Sino que también-y los que más influencia y resultados a nivel nacional han tenido-son los estudiantes de educación media y superior los que ordenadamente-salvo por los disturbios provocados por los infiltrados-se movilizaron a lo largo del país para que el gobierno adoptara medidas concretas destinadas a la mejora de la calidad educacional chilena. Si a esos grupos le agregamos las organizaciones vecinales, parroquiales, deportivas y culturales, no queda otra que decir que la sociedad (ciudadanos) está manipulando, controlando y fiscalizando, directa o indirectamente, la gestión del actual gobierno, que no puede hacer nada para controlarlos.

Entonces, la pregunta inevitable que me hago es la siguiente: ¿En Chile gobierna el gobierno efectivamente o es la ciudadanía la que marca la pauta de las decisiones gubernamentales? La respuesta no es tan obvia. Por un lado, con esto se cumple el slogan Bachelista del gobierno participativo. Porque Bachelet recoge las demandas del pueblo y las trata de satisfacer mediante su programa de gobierno. Ella acepta y asume que la gente se exprese libremente. Que se junte y se aglomere, ya sea frente a La moneda o en lugares específicos de poder, como lo pueden ser los distintos edificios ministeriales. Sin embargo, eso debería tener un límite. Vale decir, el pueblo se manifiesta, pero no le quita gobernabilidad a la Concertación. La soberanía, en todo país democrático, recae en el pueblo. Pero si no existe un gobierno que administre el Estado, este se derrumba como sistema, y se dan las condiciones para que las personas se autogestionen y se cumpla así la utopía anarquista (eso sería positivo par algunos extremistas). Por eso es importante que Bachelet se ponga más firme y logre, en estos cuatro años de gobierno, consolidar la democracia verdadera, basada en la igualdad social, crecimiento económico y desarrollo sustentable. En definitiva, hay que escuchar al pueblo, pero ser prudentes en las iniciativas que se implementan para conceder sus peticiones. Cosa que no ha hecho de buena forma, hasta ahora, el gobierno actual.

Abre la puerta





Es una tranca Psicológica lo que lo desvía del camino normal. Al interior de su caparazón no entra nadie más que él mismo. Es una burbuja infranqueable. Su vida transcurre al interior de su hogar como manso animal. Sueña despierto, estira los brazos y expele su olor, se rasca la panza y se sienta casi como acostado. Su única compañera es la botella de cerveza. Las moscas se posan en su cabello. No conoce la libertad exterior de la calle. No se siente sólo: lo acompaña un medio de comunicación. Fuma cigarrillos de vez en cuando. El sillón, que también es su cama, ya está apunto de fracturarse. El desorden del living evoca el caos de su mente. Se mueve poco (salvo para buscar comida que, luego de extraerla del refrigerador, la calienta en el microondas o para ir al baño), y pasa todo el día viendo televisión. Tiene cable. Su tele es de 21 pulgadas. El DVD parece de adorno, porque lo ocupa escasamente; y cuando lo hace, es simplemente para ver una película de acción que ya se estrenó en los cines. El amplio sofá azul marino de cuero con plumones de algodón-que refleja la buena situación económica de sus progenitores- es su refugio espiritual. Allí reflexiona sobre los grandes acontecimientos que les suceden a los protagonistas de una teleserie. O tal vez elucubra sobre el destino de los actores de una serie norteamericana. Ni siquiera navegar por Internet le llama la atención. Cree en el amor al control remoto; lo ama porque no tiene que pararse para cambiar de canal. Se ríe de los problemas relativos a la farándula. Llora cuando se muestran imágenes de niños en la guerra. Canales deportivos no ve, debido a que se frustra si observa a sujetos con cuerpos esbeltos. No está conforme con lo que es, pero aún así, no hace nada para cambiar. Al contrario, refuerza su gordura. Come alimentos ricos en grasas y calorías. Obviamente que con eso aumenta su sobrepeso. Es mantenido por sus padres, quienes le mandan dinero semanalmente. Su apariencia es la de un borracho chascón, con barba y ropas descuidadas. Es velludo y moreno. Cuando está de pie, da la impresión que el estómago se le fuera a caer. Su caso es una típica hipnosis audiovisual que les ocurre a personas sedentarias, hedonistas, desocupadas y flojas. No tienen otra cosa mejor que hacer que estar pegadas al televisor. No necesitan trabajar. Para eso sus seres queridos les costean sus vicios. De esta manera, van cayendo en un hoyo existencial que los convierte en perfectos inútiles. La única salida para ellos-y sus padres- es un tratamiento psicológico severo, que les ayude a cambiar de hábitos, tener una actitud mucho más activa frente a la vida, ser capaces de renunciar al aislamiento y compartir con la sociedad, interactuando con ella. Alguien les tiene que decir con urgencia: “Abre la puerta de tu casa, la de tu mente, la de tu alma, y la de tu corazón. Que tu evasión sea tu imaginación y no la televisión que fomenta el analfabetismo. Corre por las calles de tu barrio. Respira en bosques. Báñate ríos y mares. Empápate del amor a una mujer y a la naturaleza...” Estas acciones se logran con voluntad interior. Si ellos mismos no reconocen sus problemas, y tratan de modificar su conducta, difícilmente alguien los podrá salvar de la mediocridad; seguirán estando alienados y siendo zombis. Pero a lo mejor son felices con la vida sencilla que poseen. De todos modos, de eso no se trata la vida… ¿o sí?