lunes, febrero 10, 2014

La inestable realidad de la rutina sin destino amoroso.





El mismo entorno. Nada se altera. La rutina siempre apesta. Las canciones las escucho con devoción. Capto la nostalgia y detesto los pensamientos. Ya cae el aburrimiento feliz en mi pecho. Siento el palpitar descontento. Nada fluye. Todo quieto. El sol dejó de alumbrar la cordura en mi desdicha solitaria. Nada permanece. Se modifica constantemente la vida. Lo que calzó un momento puede desvanecerse en cosa de segundos.
Las ideas se mueven una tras otra en la mente. Se carcome la consciencia y las ganas aparecen deshidratadas. Nada transmite tanta angustia y rencor con uno mismo, el saber que ya no está la ilusión forjada con amor. Esa otra alma que estaba sintonizada contigo. Encuentras a otra que pertenece a la misma frecuencia. Sin embargo, no escatima oportunidades en desaparecer. Nunca se deja ver ante mí. Y eso duele. No hay jolgorio. No hay risas. Sólo canciones de amores suculentos en placer y compañerismo comunicativo en la intimidad. Florecen luciérnagas en mi oscuridad trasnochada. La rutina, hace de lo cotidiano, el advenimiento de un cuerpo pesado que, en ocasiones libera endorfinas ahí, justamente, donde la ansiedad cobra fuerza. Hay que aprender a equilibrar la mente y controlar su emoción. Hay que saber sintonizar la frecuencia exacta que te llene de orgullo y te entregue la dicha de autogobernarte.




Noto lo delicado de la monotonía existencial. Nada es igual a como hoy. El ayer es un resumen del hoy, pero restándose aquello que, de compañía, no dejaba algo al azar. Se preocupaba de cada detalle, como relojero suizo que no da cabida a las imperfecciones.

Se movían de un lado a otro sus pensamientos. Lo incomprehensible de una fémina es justamente lo que atrae al macho. Agota el amor pasado, pero el presente confuso no logra vislumbrar un futuro con quien no se deja ver. Invisible a los ojos, pero no al corazón. Se siente, se escucha, se lee, pero no se mira ni se toca. Se esconde en la fragilidad de su cordura; de su consciencia, de su orgullo. Se deja influenciar por otros. Todo lo cual, le provoca inseguridad y le impide ver al ser amado. A ese, con quien a susurrado quejidos de placer en noches tibias, húmedas y solitarias; a ese, con quien ha fantaseado letras íntimas que le regala ese ser sólo a ella; a ese, con quien ha mostrado su forma de ser y le ha dicho te amo; a ese, con quien a prometido encuentros en diferentes lugares, pero que nunca concreta; a ese, con quien dice tener algo, algo virtual. ¿Realmente lo querrá o solo juega con él para alimentar su ego? No hay indicios ni motivos que indiquen que lo dibuja realmente su mente. Dice desearlo, pero no hace nada para concretar ese anhelo. Puede que esté con otro o puede que no quiere verlo por otros temas externos. El asunto es que tiene a un corazón ilusionado y no es sincera en decirle que su interés es no verlo; que le acomoda un relación virtual, no real. Prometió que él sería el primero en varios aspectos de la intimidad, pero se queda en eso: promesas que se las lleva el viento. La paciencia se agota y la vela del sudor se apaga. Se derrite a cada hora el placer de quererla. No llama ella. No contesta su celular apagado constantemente.




La lógica indica que debe olvidarse de una mujer de esas características. Pero ya se enganchó. Es un nuevo amor, tan inefable y soñado como el anterior. Y mientras no va resultando ese actual deseo, el anterior amor aparece para traer consigo su nostalgia de recuerdos vividos con ese amor, que trae al presente, una amargura fina y penetrante que realza la soledad que habita en el alma de este joven errante. Ni el pasado ni el presente funcionan. Mejor-cree- es despojarse de ataduras y proyectarse al futuro; estallar en cuerpo y alma hacia un porvenir que, de una vez por todas y para siempre, llene ese vacío existencial con un amor sempiterno. Si bien su emoción de depende de un amor externo, se nutre de él. Es un artista que alimenta su inspiración en la clásica musa; esa que renace al hombre y lo pinta con creatividad. Es una pintura que no se borra por nada. Permanece en el papel especial del cuerpo y queda tachado en la mente de un alma inocente. Ese amor espera. Sin luz son sólo anhelos sin sentido. Cuando huele a depresión es mejor desahogarse. es mejor echar afuera aquello que te carcome. Eso aprendió, lloró, se enrabió y luego se rió. Captó lo lento que es el olvido cuando quiere recordar el pasado sufrido. El optimismo es la cerveza rubia que la publicidad vende; sino te traduce en realidades concretas que produzcan felicidad real en el ser, se convierte en gasolina negra de pesimismo. Tan oscura, que provoca adición al dolor y es alimento para la ansiedad enferma.

Vivir solo la soledad solitaria es el trabajo sucio que debo tomar.