lunes, septiembre 05, 2016

Dolor de espalda



Dolor de espalda. Dolor de espalda. Eso piensa y siente, mientras el vidrio empañado le impide contemplar el paisaje. Madrugada lluviosa con nublado extremo; reflejo de su mente bloqueada. Sí. Por motivos existenciales. Cuando la desilusión amorosa toca tu puerta es capaz de congelar cualquier chispa de esperanza. Nada importa cuando el corazón extravía la llama de pasión que lo hace latir con fuerza.

A su lado, un desconocido roncaba. Durante la noche, a intervalos escucha la chicharra, indicando que el chofer del bus excedió el límite de velocidad. En tanto, Emilio ensimismado, dedicándose a ver por la ventana los atisbos de un amanecer que se apronta. La humedad mañanera hace bajar la temperatura. Pero ya dijimos que –salvo el dolor de espalda- nada lo inmuta; ni frío siente. Es un ave retornando al hogar, dejando tras de sí una carga pesada de recuerdos, que preferiría sepultar para siempre. Consigo, un anillo que jamás entregó y un “estoy enamorado de ti” que jamás dijo.

*****



En la esquina la espera. La avenida principal es el punto de encuentro. La dibuja en su mente, pasmado. Quiere tocarla. Ella se acercará a paso firme, y él, ansioso, se comerá las uñas. Pronto la conocerá.

Sigue ahí. Pasan cinco minutos. “Debe venir en el colectivo”, se dice impaciente. Pasan otros diez minutos. “Imposible que me deje plantado. Viajé más de 400 kilómetros sólo para verla”, piensa. No deja de mirar la hora en su celular. Media hora, y no la ve. Elucubra lo peor. “No vendrá”, susurra para sí.

Cuando las esperanzas ya se agotan, la ve cruzar desde la vereda de al frente, en Avenida Francisco de Aguirre. Se aproxima preciosa, radiante, como la imaginaba.

-Hola Emilio. Por fin nos conocemos.

-Hola Rebeca, un gusto por fin verte, luego de meses de chat y llamadas.

No hubo más intercambio de palabra. Sólo una mirada mutua. Una inspección visual, se dio, para reconocer quién era cada uno. Transcurren tres minutos. En ese lapso, el silencio incómodo toma protagonismo, hasta que Rebeca lo rompe:

-Disculpa la tardanza. No pasaba nunca el colectivo y salí más tarde de lo habitual del trabajo.

-No importa. Lo bueno es que ya estás acá. Y ahora que te veo eras tal cual como te imaginaba, incluso más bella-responde Emilio.

Caminaban sin rumbo fijo, al principio. Ansiosos, no saben qué decirse. Sin pensarlo, instintivamente juegan al ping-pong de preguntas. Se interrumpen entre preguntas y respuestas. En fin, se estaban conociendo. Es natural que surja esa leve tensión de la primera vista.

-¿A dónde vamos?-pregunta Rebeca.

-A donde nos lleven los pies. Aunque la playa es un lugar que me relaja. Caminemos hacia allá-responde Emilio y le contó de su dolor lumbar.

A paso lento empren el rumbo de caminantes, que sólo quieren divagar y dejar  que sus corazones latan con fuerza. Luego, besarse, acariciarse y dar cabida al amor pleno y duradero. Si es que, el destino, así lo determina.

****


Tarde de domingo. “Fomingo”, como le gusta decir. Emilio, sin nada qué hacer. Rechaza la monotonía del último día de la semana. Prefiere el movimiento, el hacer cosas, el sacar partido a su tiempo en algo que valga la pena. Sin embargo, ¡Pamplinas! Su serie favorita lo encierra en el living. Con cerveza en mano y papas fritas para picotear, ve tele. Y así pasa la mañana, la tarde, hasta llegar la noche. Sin hacer algo productivo. Un día perdido. La noche, eso sí, lo invita a otra cosa.

En su mente, sólo cabe alguien: Rebeca. No la olvida. Por compromisos del día anterior no viajó a ver a su amada. La llama y no contesta. No está disponible para él ni telefónicamente, ni en Facebook, Whatsapp o Skype desde hace tres días. Eso le provoca inquietud. Ansiedad por saber de ella. El departamento se la hace grande, en soledad.

“En realidad, tenerla tan lejos y extrañarla a cada momento es amor”. Se decía esta frase una y otra vez para calmar su alma. Había leído de un autor checo que, en un amor a distancia, sólo caben tres alternativas, en el clímax de la relación:

1) El amante que viaja a ver a su amada se queda con ella en el lugar donde ésta vive;
2) Se viene ella a vivir con su hombre;
3) Simplemente, la relación se termina.

Trata de alejar ese último pensamiento. Y empieza a meditar, leer y luego escribir, pero nada. Sabía que había transcurrido más de un año y medio de relación, y era el momento de tomar una decisión. De corazonada intuía que pronto vivirían juntos. Esa convicción le hizo, a la semana siguiente, viajar a ver su amor, acostumbrándose al dolor de espalda, que le ocasionaba el ir en bus. No tenía recursos para hacerlo en avión. Estaba dispuesto a sacrificar seis horas de viaje, con tal de estar a su lado. Lo hacía cada quince días y prefería de noche. De día, se le hacía una eternidad, al igual que la molestia lumbar.

****



7:00 am. Lunes. Suena el despertador y Emilio se levanta. Se prepara para ir a su oficina y lidiar con ocho horas de rutina. Es trabajólico, geminiano, alegre, espontáneo e inquieto. El movimiento constante lo define. Hombre de ciudad. Ser urbano que utiliza nuevas tecnologías de información.

Valora su cotidianeidad, tanto como a su amor a distancia, que conoció vía Internet. Con 25 años, le queda futuro. Recién terminó lo estudios y encontró trabajo en una firma transnacional.

-Hola, amor. Me encanta escuchar tu voz-le dice Emilio a Rebeca mientras habla con ella por celular durante su hora de colación.

-A mí también, mi Emy querido. Te extraño tanto. Espero verte este fin de semana como siempre.

-Por supuesto, amor. Allá estaré para compartir nuestro fin de semana largo. Es genial que el lunes sea feriado, así podremos estar juntos en ese hostal que adoras- replica Emilio, quien no quiso reprocharle el hecho de no responder sus llamadas ni contacto en redes sociales. Lo anterior, para evitar cualquier tipo de roce entre ambos.

Cada vez que viajaba Emilio, se veían en un hotel de la ciudad. El padre de Rebeca-según cuenta ella misma- no permite la relación. Desconfía que su hija única, de 28 años, se inmiscuya con un extraño menor de otra ciudad. Rebeca vivía sola con su progenitor. Su madre había fallecido cuando tenía tres años de edad.

Ella, se las arreglaba para escapar de casa y encontrarse con Emilio, diciéndole a su padre que tenía trabajo extra de fin de semana o que se quedaría en casa de su amiga de infancia, en el Valle del Elqui. Una mentira que pudo sostener por más de un año, pero, como nada es para siempre, ésta caería por su propio peso para dar lugar a la verdad. La cual, lejos de mantener la circunstancia intacta, se convertiría en un motivo que cambiaría el escenario. Aunque otra situación fue la que, en definitiva, transformó el contexto.

****

         
                           
Desamor. Desencuentro. Frustración. Desilusión. Mirando el horizonte playero serenense en el tradicional Faro, Emilio, decide retornar a su hogar.

No dimensiona que, tras haberla visto por tanto tiempo y tantas veces, simplemente, ella decidiera dejarlo.

“No te quiero extrañar más”, le dice su amado, antes de terminar con él. Acto seguido, añade: “Estoy esperando un hijo de otro”. Así de cortante sentenció el destino de soltería, que acogería con resentimiento, el desilusionado Emilio.

El regreso más doloroso le toca emprender. Corazón partido, dolido. Hace que el dolor lumbar sea sólo una cosquilla, a lo que siente en lo profundo de su alma. Primer desamoramiento in extremis.

***
Van de la mano. Es mediodía. Caminan por la Plaza de Armas de la ciudad, tras haber descansado y pernoctado en un hostal, que incluía desayuno. Respiran tranquilidad; están en paz. Serenidad percibida por sus almas, que honra el nombre de la comuna. El azul del cielo con intervalos nubosos, fue la atmosfera que los rodeó ese domingo de abril. Pocos transcurrían por ahí. Era como si el ambiente estuviera preparado para ambos.

Emilio, embobado, sólo piensa una cosa: “Por vez primera me enamoro”. Se lo haría saber a Rebeca en un momento dado. Siempre y cuando, el momento se diera.

Llevaba consigo un anillo de piedra jade, la favorita de Rebeca. Ella, escorpiona, apasionada, posesiva, pero también soñadora e impulsiva. Es tres años mayor que Emilio y tiene, por ende, más experiencia en materias de amoríos.

El día anterior, estuvieron recorriendo el Valle del Elqui. Acamparon a la altura de Vicuña, en una parcela de la abuela de Rebeca. Una experiencia natural enriquecida por la noche estrellada. El romanticismo afloró en la piel, el corazón y las mentes jóvenes dispuestas a olvidar todo y concentrarse en el momento presente. En su ahora, que adoraban, se entregaron al amor. Se cuidaron, eso sí, pero fue un momento hermoso. Inolvidable. Incluso, el doble de inolvidable para Emilio: su primera vez.

-Amor, me entrego por completo a ti. En un lugar así y con una mujer como tú era lo que había soñado para mi primera vez-dijo Emilio.

-Mi vida, adoro ser la persona que iluminó tu amor y despertó nuevos sentimientos en ti. Te amo por eso y cada vez que te veo siento que no te quiero perder más.

Noches y días mágicos pasaron en el valle, cada vez que Emilio viaja. Rodeados de la naturaleza, el esplendor del lugar, el río Elqui, la flora y el aire puro no dejaban de encantar la vida.

Era una relación única, especial. Sin embargo, como en todo, la ley de la impermanencia haría su entrada inesperada y afectaría a uno de los protagonistas de esta historia.

****


7:00 am. No se levanta Emilio. Pese a que disfruta su trabajo no está motivado a ir. Perdió todo sentido hacerlo, dado que no tiene que viajar más. La distancia ganó la batalla y las sorpresas del destino ensombrecen las redes de ilusión. Su primera vez, su primer amor, pero también, su primer rompimiento y desamoramiento.

Echará de menos, el vidrio empañado. El sonido del motor del bus. Incluso, ese dolor lumbar, que ya se había convertido en su leit motiv. Esa bella sensación de ver pronto al ser amado, no la tendrá más.

Seguramente, nunca comprenderá lo que pasó realmente. Iba todo bien. “Estábamos encaminados a ser una pareja única. Teníamos una conexión inigualable”, se decía. Su voz interior de optimismo se apagaba, poco a poco. La frialdad, junto con la cercanía del otoño, cobraban fuerza. Y lo que en un tiempo fue luz, esplendor, colores, aromas, pasión, flores, naturaleza, brisa marina y aire puro; hoy se viste de sombras, smog, tráfico, ciudad, soledad, edificios y tristeza.

Pasaron días; semanas. La palabra Rebeca ya no significaba nada. Borró cada imagen que tenía de ella y con ella; incluso las selfies más íntimas. La bloqueó de sus cuentas en redes sociales y no tuvo señal de ella. Sólo olvidó bloquear sus llamadas, aunque sabía que no sabría más de ella. Decidió enfocarse en su trabajo…

Las jugarretas del destino, los caprichos de un amor o las pruebas de amor más extremas y sin sentido, se les ocurren a hombres y mujeres para sellar un amor. Inventar un embarazo, por ejemplo, o plasmar una incomunicación prolongada por varios días, son estrategias que algunas personas usan para ligar a otras.   

Una mañana de otoño, Emilio está en su oficina, redactando un manual de reglamento interno para su empresa, como prevencionista de riesgo. Lucía más trabajólico que nunca. Eso le permitía ir convirtiendo en cenizas y luego en nada, el recuerdo de su ex.

Sin embargo, inesperadamente, recibe una llamada. De alguien menos pensado. Pensó que era su madre, un amigo o alguna promoción, pero no…

-Mi amor, voy viajando a verte en bus, pero no voy de visita. Me voy a vivir contigo en tu apartamento. Y tienes razón, lo que me decías de la espalda, me duele-dice Rebeca, quien hizo un bolso y escapó de su casa, sin avisarle a su padre. Éste intuía hace bastante tiempo la relación y no creía las escusas de su hija. En el fondo, la dejó actuar, aunque con resquemor, porque estaba luchando por su amor.

Emilio, helado. No supo qué decir. Cortó la llamada. Sentía comezón y un nerviosismo raro. Pasa una hora. Sentimientos encontrados de amor, odio, resentimiento, ilusión y pasión, hicieron que su corazón latiera a full. Aunque, curiosamente, no podía evitar desear verla y abrazarla, aunque sabía que lo había hecho sufrir. Le devolvió el llamado y la opción dos se hiso realidad para sepultar la tres.


***

miércoles, agosto 24, 2016

El Hombre Rutinario



Por Piero

Religiosamente, se levantaba cada día a las 7:00 am. La rutina era su pasatiempo, de lunes a viernes, abordando el Transantiago a las 7:30 am. Algo inexplicable prendía su ánimo. Nunca se veía angustiado. Muy por el contrario, con los ojos bien abiertos dispuesto a cumplir su trabajo. No conocía la palabra cansancio. Dormía ochos horas diarias. A veces, sufría insomnio; sus ojeras lo delataban, pero siempre despierto. En su oficina, cada cual en lo suyo. Se sentaba en el escritorio y comenzaba su labor. Frente al ordenador, revisaba y corregía planillas de contabilidad. Le urgía terminar una tarea y comenzar otra. Desde pequeño le enseñaron a cumplir los deberes. No pretendía ascender de puesto. Su padre le inculcó, la disciplina militar. También, el anhelo de ganar pan "con el sudor en la frente". Consignas que jamás olvidó.
Reservado. Silencioso. Tauro. Vivía solo. Arrendaba un departamento en zona periférica de Santiago. Su pasatiempo favorito: ninguno. Dejaba de lado toda distracción. Navegaba por internet sólo para revisar su correo electrónico y ver portales de noticias. Detestaba el desorden, tanto como la televisión. Cada tarde llega a su hogar, de un dormitorio, con cocina americana. Hacía aseo. Ordena. Barre, luego trapea. Nada queda desparramado. Parte por su pieza y luego el comedor, el baño y la cocina. Limpio. Cada mañana el sol alumbra su ventana que mira al este, cuyos rayos lo despiertan, acostado en su cama de dos plazas. Y siente pasar las micros y la locomoción, en la avenida contigua a su vivienda. Poco sociable, las circunstancias lo instan a interactuar con una mujer.
-¿Va muy apurado al trabajo?-le pregunta una bella joven morena, en un paradero.
-Sí, no puedo llegar tarde.
-Eso no le da derecho a empujarme.
-Lo siento, a mí también me empujaron.
Intercambiaron miradas. Ella pone ojos coquetos y tiernos a la vez. Le gusta la apariencia varonil de él: Alto, elegante, de tez blanca, con barba y ojos café claros. Emilio ni la percibe. Está impávido escuchando radio de su celular. Encerrado en su mundo. Llega puntual como siempre a la oficina; 8:30 am. Se sienta en su computadora y comienza la rutina. Lo cual, lejos de disgustarle, lo pone contento. Se acerca su jefe, quien desea hablar con él.
-Rebeca, dile a Emilio que pase a mi oficina, por favor-le ordena a su secretaria.
El trabajador estrella de la oficina, el que ha sido empleado del mes por diez meses consecutivos; el que nunca llega tarde; el que cumple las metas; se sorprende por el llamado.
-Emilio, ¿Qué tal? Toma asiento, quiero conversar contigo.
-Me imagino que me llama por la propuesta del nuevo cliente. Ya la revisé…
-No es nada de eso. Relájate, quiero hablar sobre ti. Que me cuentes más de tu vida.
-¿Sobre mí? Qué de interesante puede tener.
-¿Eres feliz?
-Pero ¡Qué pregunta! Claro que sí. No necesito ni mujer, ni hijos ni mascota para sentirme bien.
-Me refiero en el trabajo...
-Ah lógico que sí. ¿Acaso no se nota? Mi desempeño es sobresaliente.
-Eso, qué duda cabe. Lo que no comprendo, es tu dedicación, casi religiosa. Acá no ganas tanto, no tienes a cargo ninguna jefatura, tu sueldo se ha incrementado apenas un 10%.
-Lo sé y estoy conforme. No me quejo.
-Tómate unas vacaciones.
-¿Qué?
-Tomate unas vacaciones.
-No las necesito. No las quiero y no estoy cansado.
-Pues, te las tienes que tomar. Nadie pone en duda tu desempeño. Aportas demasiado con tu trabajo. Sin embargo, necesito a trabajadores felices, plenos, que tengan también vida propia. Llevas más de cinco años en la empresa y jamás te has tomado vacaciones. Esta situación debe cambiar. Estás hiperventilado y noto tu estrés, aunque lo niegues…
-Pero no estoy esteresado. Al contrario, el trabajo me relaja.
-Te daré tres meses de vacaciones. Recibirás tu sueldo completo durante ese periodo, más los bonos de vacaciones correspondientes, además de un incentivo extra.
-Pero jefe, no quiero…
-No te estoy pidiendo tu opinión. Te lo estoy exigiendo. Y no me discuta Emilio. Se toma esas vacaciones y punto. Si no las quiere, perfecto, pero no vuelva nunca más a esta empresa. Mañana mismo comienza sus vacaciones. Nos vemos dentro de tres meses. Se puede retirar.
 
Emilio no dijo nada. Estaba desconcertado. Agachó la cabeza y cabizbajo regresó a su escritorio. Y eran las 17:34 horas, pronto terminaría su jornada. No quería vacaciones. Odiaba el ocio. No iba a fiestas, no bebía alcohol y menos fumaba. Tampoco compartía con sus amistades que no veía hace más de tres años; todos con sus vidas hechas, cazados, con hijos, etc. Su reloj marcaba las 18:30 horas. Tiempo para retornar al departamento. No se despide de nadie. Ni de las secretarias. Tampoco de los otros siete contadores que posee la firma. ¿Qué echará de menos? La rutina, más que a sus colegas. Iba en la micro del Transantiago reflexionando acerca de qué haría con su existencia, dentro de los próximos tres meses. Como siempre, el autobús repleto. No había asiento disponible. Iba parado. Escuchaba música ochentera. A sus 31 años, no sabía qué hacer. No se le ocurrían panoramas. Se había acostumbrado a su ajetreo diario. En eso, una mujer que se internaba entre los pasajeros de pie, en la parte trasera, donde se hallaba Emilio, lo roza sin querer.
-Le pido disculpas. Me empujaron. Como ve, va llena esta cosa-le dijo.
-No se preocupe-respondió en breve y seco.
La joven morena lo miró y quedó pensativa. Era la misma que se topó la otra mañana.
-En algún lado lo he visto a usted.
-No lo creo-dice Emilio.
-¡Ah sí, ya lo recuerdo! Es usted el hombre que vi el otro día en el paradero, y que me empujó. Me pareció ver a alguien serio, imperturbable, que piensa sólo en su trabajo.
Emilio no respondió nada.
-Oiga y usted, ¿A qué se dedica?-se atreve a preguntar ella.
-¿A qué viene esa pregunta?
-¡Ay qué pesado! Le apuesto a que es poco sociable y de pocos amigos.
-Está usted en lo cierto.
-Aún no me responde. Y no me diga usted. Tutéame.
-Trabajo, como cualquier mortal promedio del país.
-Y, ¿En qué si se puede saber?
-Soy contador auditor.
Luego, la mujer no supo qué seguir preguntando. Esperaba que él tomara la iniciativa de la conversación. Pero él, miraba hacia otro lado, disimuladamente. Hacía calor, unos 23ºC. Bastante, para una tarde primaveral. Alicia-así se llamaba la joven veinteañera- no dejaba de mirar a Emilio. Era atractiva, vestida de polera apretada y buzo de gimnasia, lo cual hacía notar su esbelta figura. Emilio, la  ignoraba. Sin embargo, de a poco comenzó a devolver miradas. Y cuanto más la miraba, más se preguntaba qué diablos haría durante los próximos días. El silencio incómodo, se prolongó más de la cuenta. Quedaron dos asientos. Emilio se sentó al lado de la ventana y ella en el pasillo. Tenía ganas de conversar. Hasta que soltó:
-¿Qué harías durante tres meses de vacaciones con sueldo asegurado?- le pregunta.
Ella lo mira como sorprendida por la pregunta y responde:
-Mejor pregúntame qué no haría.
Alicia, a diferencia de Emilio, era una mujer que le gustaba disfrutar de su tiempo libre.
-Yo no salgo mucho, ¿Qué te gusta hacer en tus ratos libres?-consulta Emilio.
-Me gusta ir al gimnasio. Ir a clases de Zumba. De hecho ahora vengo de ese lugar. También me gusta ir al cine, leer, ver películas y en vacaciones viajar. Y a ti, ¿Qué te gusta hacer?
-Cuando llego al departamento, bueno, ordenar. A veces, leo novelas. Y no me gusta navegar por internet, salvo para ver mi correo. Me carga la televisión, así que está siempre apagada.
-Por lo que me cuentas, eres un tipo aburrido.
-Puede ser. ¿Y qué con eso? Es mi estilo, mi forma. Estoy cómodo así.
-Te saqué el rollo, de una. A ti te falta “más calle”, más vida. Eres demasiado trabajólico.

Emilio no respondió. No comprendía aquello de “más calle”. Retornó el silencio entre ambos, aunque las miradas seguían interactuando. Faltaba poco para que la micro llegara al paradero donde tenía que descender. Emilio, estaba nervioso, aunque le agradaba la compañía de Alicia. Y ella, al parecer, retribuía el mismo sentir con rubor en la cara.
-¿Te invito a tomar once a mi departamento?, ¿Vienes?-preguntó en seco Emilio.
Alicia quedó sorprendida por lo directo de la pregunta. Le incomodó un poco. Un tipo que recién conoce, ya la está invitando su hogar, pensó. Sin embargo, aceptó la propuesta.
Subieron al sexto piso. Estaba todo en su sitio, ordenado. A ella le agradó que alguien soltero y joven pudiera ser tan ordenado y limpio. Cualquiera pensaría que una sirvienta hizo aquel trabajo. La sentó en el sillón y fue a prepararle once. Pan, queso y palta, había. Comieron. Se sentaron en el sillón, que era más cómodo que el comedor. Se miraron. Se gustaron. Había atracción mutua. Ella esperaba que él, tomara la iniciativa. Él no sabía cómo. Alicia captó que tendría que actuar ella. Se acercó, lo besó. Luego, se paró y se fue. Antes, le pidió papel y lápiz a Emilio y le dijo:
-Llámame a este número cualquiera de tus días de vacaciones. Yo ya salí de clases en la universidad y tengo todos los días libres.
Se dirigió a la puerta. La cerró tras de sí y se marchó. Emilio, ni se despidió. Tenía sentimientos encontrados. Ella, lo sacó de su rutina. Eso, le gustaba y le inquietaba a la vez.
Al siguiente día, Emilio la llamó temprano. No había podido dormir toda la noche, pensando en ella, en sus labios. No quería empezar sus vacaciones solo. Se juntaron en la tarde. Se repitió la escena, pero esta vez con más pasión. Y fue Emilio quien la besó, la tocó. Su corazón latía a mil. Hace ocho años que había estado con su última novia, con quien perdió su virginidad. No era experto en las artes amatorias. Frente a eso, Alicia le enseñaría más de la “vida”, de la “calle”, como ella misma le había dicho que le faltaba y se dejó tocar por él. Le gustaban sus manos y que fuera tres años mayor. Se fueron a la pieza. Hicieron el amor. Más tarde, fueron a un pub a beber un trago. Luego, regresaron al departamento, durmieron juntos. Al día siguiente se quedó. Cocinaron juntos, se bañaron. Ordenaron. En la tarde fueron al teatro. Al otro día lo mismo, pero en la noche fueron al cine. Cuando volvían de sus paseos, hacían en amor. Emilio, se enamoró y amó su nueva rutina, ahora en compañía. Pero el tiempo pasó rápido. La tarde del 28 de febrero, se produjo un cambió rotundo y caló hondo en Emilio.
-Si me amas tanto como dices, repite diez mil veces que me amas en voz alta.
Emilio, como hechizado por ella, le hiso caso. Estaba dispuesto hacer cualquier cosa por ella.
-Te amo Alicia. Te amo Alicia. Te amo Alicia…
Ella lo miró fijamente y entendió que Emilio la amaba de verdad. Como tenía prisa, se fue a duchar y dejó a Emilio repitiendo los miles de “Te Amo”. Regresó.
-Te amo Alicia. Te amo Alicia. Te amo Alicia…
-¿Cuántos “Te amos” llevas? Creo que es suficiente.
Emilio la ignoró y siguió la rutina. Prolijamente, llevaba la cuenta en la mente.
-Basta Emilio.
Él seguía, imparable. No le gustaba perder ni dejar a medias nada.
-Basta dije, o me voy y no me verás más.
Emilio sabía que Alicia hablaba en serio. Las escorpiones son de una sola línea, y decididas, pensó. Por dentro un instinto más fuerte que su propia voluntad, le instó a seguir diciendo:
-Te amo Alicia. Te amo Alicia. Te amo Alicia…
Ella con rabia, tomó su bolso y antes de pegar un portazo, le dijo a Emilio:
-Adiós, Emilio, hasta nunca. Te quedarás sólo. No quiero a un obsesivo como tú a mi lado.
Terminó la rutina de los “Te Amo”. Quería correr tras Alicia, quien hace media hora se había marchado, pero sabía que era demasiado tarde.


Lunes primero de marzo de 2015. 7:00 am. Suena el despertador. Emilio sale de la cama de un salto. Sabe que volverá a la rutina, porque concluyeron sus vacaciones. Esa misma rutina, que tenía antes de conocer a su amada; ahora su ex. A su lado, nadie. La soledad: su compañía. Sintió un frío en el pecho que jamás había experimentado en su vida. Tras eso, comenzó a llorar como niño desconsolado, con dolor, fuerte. Cuando terminó de desahogarse, se duchó. Agua fría. Y dio vuelta la página de su mente. Esa mañana, abordó la micro del Transantiago a las 7:45 am, la misma donde conoció a la única persona que logró sacarlo de su rutina. Miró con algo de nostalgia el pasillo, los asientos y pasajeros del transporte público, por si aparecía Alicia, pero fue en vano. No supo más de ella; nunca le dijo dónde vivía. Se tragó la amargura y retomó su frialdad temeraria, dando vuelta la página, de forma definitiva. Llegó puntual, como siempre a su trabajo. Ingresó directo a la oficina de su jefe, olvidando por completo a Alicia, con orgullo propio. El mismo que inculcó de su padre, quien por eso quedó solo y fue abandonado por la madre de Emilio, criando solo a su progenitor.


-Emilio, ¿Qué tal hombre? ¿Cómo estuvieron esas vacaciones? ¿Pudiste salir y conocer gente nueva o un amor de verano? Cuéntame, hombre, por Dios…
-Tenía razón jefe, me hacía falta distraerme, porque esta distracción me hizo darme cuenta que el trabajo es lo que más amo en la vida y no cambio mi realidad por nada del mundo.
El jefe quedó pasmado con esa respuesta, que no esperaba. Sólo atinó a decirle a su empleado que se retirara de la oficina, pensando que éste no había aprendido nada de la vida y que el descanso que le había otorgado no sirvió de nada.
Pensativo, Emilio dejó a su empleador en silencio y retomó sus labores rutinarias que llevaba haciendo por años, como si nada hubiera pasado, como si las vacaciones no hubiesen sido más un mal sueño y que jamás dejó su trabajo. Al finalizar la jornada, sin embrago, tras volver del baño, se percató que en su escritorio había un sobre azul. Con la sensación de ser como un zombie, o muerto en vida, tomó sus cosas y sin despedirse de nadie se fue a su hogar, abordando la micro de siempre, sabiendo que sería su último regreso a casa. 

sábado, agosto 06, 2016

De la percepción extrasensorial



Cuando los sentidos se expanden, el ser humano es capaz de percibir con mayor amplitud. Puede captar sonidos, imágenes, olores, superficies con tonos disimiles, que se complementan. Tener agudizados los sentidos potencia el grado de conciencia que tiene una persona respecto de su realidad. Mira con ojos más grandes; su espectro de percepción aumenta y abarca connotaciones de estado, que un hombre promedio no alcanza.

Máxima concentración


Para llegar a ese estadio de la conciencia es necesario llegar a la máxima concentración mental, emocional y física. Eso se logra, básicamente, con meditación o alguna droga psicoactiva, que refuerce la glándula pineal de un sujeto curioso de su mundo interior.


Se despiertan los sentidos. Las asociaciones mentales y neuronales se activan al máximo. Cuando el alma está feliz y calmada es capaz de que relajarse al punto de matizar cada detalle de la realidad, como si fuera la creación misma. De hecho, se da cuenta que es la creación misma del Altísimo. Hay un universo, un motor que mueve todo cuanto cambia en la materia y a nivel particular con las energías oscuras, visibles y cósmicas. En la piel llevamos los poros de la creación. Desde la explosión del Big-Bang, que estamos conectados. Si de una partícula se formó todo, entonces, de ese todo, todos formamos parte, por extensión.

Más activo   

La existencia se mide en percibir que uno es vivo. El alma, depositada según Descartes en la glándula pineal, habita en un cuerpo que es consciente de que vive. Puede parecer obvio que esta capacidad del hombre que siente no es algo extraordinario. Sin embargo, la percepción extrasensorial o ultrasensorial, ocurre cuando el cerebro está más activo. Vale decir, libera hormonas como la serotonina o melotonina, que regulan la felicidad y el sueño, respectivamente. Si una persona es consciente, "sueña despierto" o medita profundamente, al parecer, transmigra a un estado perceptivo más completo. Más que una experiencia psicodélica, es una realidad mental ampliada por estas hormonas. Si un alucinógeno hace efecto, es porque enciende la capacidad de esta glándula y el cerebro no sabe distinguir si se está despierto o dormido. Una persona, claramente bajo estos efectos, está despierta, pero escucha más fino, ve más  agudo, siente más en detalle y olfatea esencias que cautivan el espíritu. Siempre y cuando, la persona disfrute el estado, no se atrape en la negatividad, ni distorsione su entendimiento. 


En estado normal, se puede lograr eso con la práctica de la meditación. La idea es hacerlo con cierta frecuencia. Ojala tres o cuatro veces a la semana, en sesiones de media, o una hora. Se desconecta de lo mundano, lo material, los pensamientos negativos, las preocupaciones, dolores o alegrías. Sólo está el sujeto, como ser pensante, en el aquí y el ahora del presente, que es consciente de que piensa. Es ese su verdadero ser y no el que otorga el ego, a través de los sentidos, o lo que la gente percibe como construcción falsa de un personaje que ocupa un estatus y un rol determinado. Ese es el falso yo del cual no debemos identificarnos si queremos ser verdaderamente felices. El verdadero yo está dentro de uno. No buscar afuera lo que ha estado siempre dentro de uno.

Cuando veo la voz de la guitarra que comunica por sí sola. Cuando tumba el ritmo del bajo la sintonía de la vida y los compases que ésta entrega; cuando siento el aleteo de los dedos sobre un teclado, que tocan frecuencias de sonidos espaciales; cuando la batería salpica chispas de partículas subatómicas y cuando una voz fémina o cálida transmite lo angelical de lo eterno, es cuando comienzas a ser más consciente de una realidad apasionante, bajo el fuego de los sentidos amplificados. La evolución humana, desde mí perspectiva, se encamina a despertar su conciencia para ser más humanos, más empáticos, telepáticos, simpáticos y mediáticos. 

Los invito a descubrir el silencio en el ruido, la paz en la guerra, la luz en la oscuridad, la imagen en el caos. Así como el blanco incluye todos los colores, el silencio abarca todos los sonidos del universo. Meditemos. Oremos en meditación. Mantra. Amén. Soy. Estoy. Colores. Paz. Silencio. Ecuanimidad. Gracias. Verdad. Vida. Namasté.


De la percepción extrasensorial



Cuando los sentidos se expanden, el ser humano es capaz de percibir con mayor amplitud. Puede captar sonidos, imágenes, olores, superficies con tonos disimiles, que se complementan. Tener agudizados los sentidos potencia el grado de conciencia que tiene una persona respecto de su realidad. Mira con ojos más grandes; su espectro de percepción aumenta y abarca connotaciones de estado, que un hombre promedio no alcanza.

Máxima concentración


Para llegar a ese estadio de la conciencia es necesario llegar a la máxima concentración mental, emocional y física. Eso se logra, básicamente, con meditación o alguna droga psicoactiva, que refuerce la glándula pineal de un sujeto curioso de su mundo interior.


Se despiertan los sentidos. Las asociaciones mentales y neuronales se activan al máximo. Cuando el alma está feliz y calmada es capaz de que relajarse al punto de matizar cada detalle de la realidad, como si fuera la creación misma. De hecho, se da cuenta que es la creación misma del altísimo. Hay un universo, un motor que mueve todo cuanto cambia en la materia y a nivel particular con las energías oscuras, visibles y cósmicas. En la piel llevamos los poros de la creación. Desde la explosión del Big-Bang, que estamos conectados. Si de una partícula se formo todo, entonces, de ese todo, todos formamos parte, por extensión.

Más activo   

La existencia se mide en percibir que uno es vivo. El alma, depositada según Descartes en la glándula pineal, habita en un cuerpo que es consciente de que vive. Puede parecer obvio que esta capacidad del hombre que siente no es algo extraordinario. Sin embargo, la percepción extrasensorial o ultrasensorial, ocurre cuando el cerebro está más activo. Vale decir, libera hormonas como la serotonina o melotonina, que regulan el sueño. Si una persona es consciente, "sueña despierto", o medita profundamente, al parecer, transmigra a un estado perceptivo más completo. Más que una experiencia psicodélica, es una realidad mental ampliada por estas hormonas. Si un alucinógeno hace efecto, es porque enciende la capacidad de esta glándula y el cerebro no sabe distinguir si se está despierto o dormido. Una persona, claramente bajo estos efectos, está despierta, pero escucha más fino, ve más  agudo, siente más en detalle y olfatea esencias que cautivan el espíritu. Siempre y cuando, la persona disfrute el estado, no se atrape en la negatividad, ni distorsione su entendimiento. 


En estado normal, se puede lograr eso con la práctica de la meditación. La idea es hacerlo con cierta frecuencia. Ojala tres o cuatro veces a la semana, en sesiones de media, o una hora. Se desconecta de lo mundano, lo material, los pensamientos negativos, las preocupaciones, dolores o alegrías. Sólo está el sujeto, como ser pensante, en el aquí y el ahora del presente, que es consciente de que piensa. Es ese su verdadero ser y no el que otorga el ego, a través de los sentidos, o lo que la gente percibe como construcción falsa de un personaje que ocupa un estatus y un rol determinado. Ese es el falso yo del cual no debemos identificarnos si queremos ser verdaderamente felices. El verdadero yo está dentro de uno. No buscar afuera lo que ha estado siempre dentro de uno.

Cuando veo la voz de la guitarra que comunica por sí sola. Cuando tumba el ritmo del bajo la sintonía de la vida y los compases que ésta entrega; cuando siento el aleteo de los dedos sobre un teclado, que tocan frecuencias de sonidos espaciales; cuando la batería salpica chispas de partículas subatómicas y cuando una voz fémina o cálida transmite lo angelical de lo eterno, es cuando comienzas a ser más consciente de una realidad apasionante, bajo el fuego de los sentidos amplificados. La evolución humana, desde mí perspectiva, se encamina a despertar su conciencia para ser más humanos, más empáticos, telepáticos, simpáticos y mediáticos. 

Los invito a descubrir el silencio en el ruido, la paz en la guerra, la luz en la oscuridad, la imagen en el caos. Así como el blanco incluye todos los colores, el silencio abarca todos los sonidos del universo. Meditemos. Oremos en meditación. Mantra. Amén. Soy. Estoy. Colores. Paz. Silencio. Ecuanimidad. Gracias. Verdad. Vida.


martes, junio 28, 2016

Habemus equipo: No hay Alexisdependencia ni Vidaldependencia



Ya no es promesa; es realidad. Una verdad que cuesta creer, pero que es totalmente cierta. Hace veinte años nadie imaginaba que Chile ganaría dos Copas América seguidas. Nadie. Y es genial saber que los sueños deportivos, si hay compromiso, sacrificio y esfuerzo, se cumplen.

Ya lo decía Pizzi. El mérito va en la mente. En la cabeza de los jugadores y su mentalidad ganadora. Ganen o pierdan salen a ganar los partidos y eso es mérito de ellos, más allá del empuje que dieron los entrenadores desde Sulantay, pasando por Bielsa, Sampaoli y el actual.

Hay historia en deporte, sí que la hay. Los pueblos se organizan y compiten sanamente. Son batallas campales por ser campeón. No hay un objetivo guerrillero de matar al rival, pero sí quitarle parte de su honor al perder una copa. El nacionalismo se transparenta, pero con afanes deportivos, mientras se mantenga el juego limpio y la rivalidad no traspase la cancha de fútbol. 

Me siento ganador también. Soy chileno y sin nosotros, el pueblo ni la hinchada, ellos no existen. Lo dijo el propio "Care Pato" Díaz. Se deben a su pueblo como Selección. "La Roja" es la más aguerrida, pero trabaja para su gente. No están conformes con dos copas. Van por más. La Copa Confederaciones espera, y luego la Copa del Mundo de Rusia 2018.

No hay techo para esta generación. Es bueno que contagien con esa ambición sana a los propios compatriotas. Con esfuerzo, humildad, dedicación, pero por sobre todo con convicción, es decir, creer en lo que se hace: amar lo que se hace y hacer lo que se ama, mientras se disfruta del proceso, aún en circunstancias adversas, es el verdadero eslabón de los triunfos del equipo de todos.



Además, habemus equipo. Si bien la selección rinde mucho más con Alexis y Vidal en cancha, los futbolistas demostraron con Colombia que pueden sortear ese obstáculo, esa dificultad que les significa jugar sin sus estrellas, sin sus individualidades. Y en la final con Argentina tuvieron huevos, pasión, fe, convicción, entereza -entre otros atributos-, que exhibieron para sortear un largo partido y llegar a la tanda de penales, en el que "La Roja" brilló como lo hizo el año pasado, emulando dicho logro.

Erró Vidal y luego Messi. ¿Qué queda si fallan los estandartes de ambas selecciones? Bueno, los demás. Y si no juegan en Europa o en grandes equipos no brillan ni soportan la presión de una final. Mentira. Justamente, es ahí donde sale a relucir lo mejor de Chile. La camiseta bien puesta. Sus jugadores comunes ganan en cancha, meten goles, penales, encaran al rival y triunfan. Salen a ganarle a cualquiera que se les ponga al frente. Cosa que sus colegas de la selección trasandina no hacen; sólo brillan sus individualidades por separado, pero no hay equipo compacto, tal vez, se sostienen en la Messidependencia, como lo hacía en un tiempo el Barcelona del propio Bravo.


Punto aparte para Bravo. Bravo, que es bravo este portero del Barcelona. La "Mano de Dios" es de él, quien con una atajada magistral en el minuto 99 del cabezazo de Agüero, pasó a la historia como manotazo salvador de copa. 

Con su capitán, más fortalecido que nunca, Chile suma y sigue. Va por más. Ya lo anticipó el visionario Bonvallet, antes de decidir no seguir viviendo, el 06 de julio de 2015: "Chile será campeón mundial aunque ya esté muerto". Y quien encarna este discurso es Vidal y compañía. Es un grupo. Uno más uno son todos en la selección. El team ganador que no se conforma y luchará por más. !Gracias muchachos!

viernes, abril 22, 2016

El afán de volver a intentarlo



Ya me cansé de esperar. Y volver una y otra vez, a intentarlo. Como dice Queen en su canción Innuendo. Seguiremos una y otra vez intentándolo. Es parte de la condición humana. La perseverancia es la madre de la felicidad; la voluntad, el padre. Una actitud ganadora se construye con deseo. Un imagen: visualización mental. La realidad existente, que existe, porque existió primero en la mente.  Allá arriba en la cordillera de la mente está el alfabeto de la casualidad infinita. El lenguaje inmanente de azares grandiosos y sabios. Parto, me caigo, me equivoco y me vuelvo a parar. Y así. El cambio no llega. Volver a empezar cien veces, aburre. Mas, no me doy por vencido. No tiro la toalla.

A lo Hitler


Ese magistral personaje alemán. Dictador con carisma de líder enfermo, obsesionado, taimado, pero muy perspicaz. Logró unificar su pequeño imperio sobre la base de una estrategia militar letal y una voluntad de hierro. Aguantó dos guerras mundiales, hasta que murió en su propia ley, no sin antes haber reunificado su pueblo y rescatado los valores imperecederos y riquezas de una Alemania histórica. Sin embargo, eso se mancha con la opresión a los judíos y el genocidio, a escala mundial. Hecho que significó la muerte de más de cinco millones de personas, en el conocido "holocausto". Fue el costo de su mal avenido talento de insistir. Y yo, a lo Hitler, ´Nica` la hago. Sólo puedo rescatar su voluntad por llevar a cabo un plan.Trascendió a su manera, pero a costa de pasar a llevar el derecho humano de otros. Eso, no tolero. Y sí, el compartir con distintas etnias, pueblos, culturas, animales, y la diversidad rica del cosmopolitismo global, que globaliza el inglés, el dólar, la tecnología y el capitalismo. 

Danza conmigo


No juego solo en este paraíso. Más bien infierno. O peor: limbo. Sí, porque la nada o la oscuridad total es algo como el infierno. Al menos, allí cumples un rol de culpable y pagas condena por tus pecados, aunque sufras y te quemes en lava infernal, mientras seres raros, monstruos, demonios y el mismo diablo, te torturan. Realidad más llevadera que el vacío absoluto. El silencio de la soledad sin vida. La quietud de blancura sin espacio ni tiempo. Nada. Ni energía, siquiera. Ese limbo me imagino como un sí; afirmativo de la no vida. O negativo de toda existencia. Yo, por mi parte, formo parte del sí a la vida. Danzo con ella, o ella conmigo. Soy dueño de las circunstancias que manejo a mi albedrío. Río, canto, juego, sueño y todos los verbos habidos y por haber. Me dedico a no venderme y a no compararme una vida, sino que vivirla. La naturaleza está ahí. Con el viento danzo para saltar al abismo espacial de mi conciencia. Estoy aquí en el presente. La oscuridad del cerebro hace activar el tercer ojo, la glándula pineal que me lleva a otras dimensiones y me enlaza con mundos en el cosmos lejano. O bailan solos, o bailo al ritmo de ellos, pero no paro. Incesante movimiento que en cuerpo no está quieto, en mente sí. No hay peor diligencia, que la que no se hace. Repito porque no se me ocurre algo mejor. Sólo danzo y bailo, y caigo y me paro en un constante sortilegio de ataúdes moribundos. Árbol vibracional, que es las fuente de toda naturaleza. El creador me hizo y nos hizo como el derroche celestial. La humanidad que teme a dioses, o los inventa para apaciguar su estadía. No hace falta que me alaben. En el cielo el ángel nunca cae. Bajo tierra entierro recuerdos podridos, que huelen como la ropa de antaño. Incaica y azteca. No hay diferencia. El pueblo precolombino sacrifica vidas, yo sacrifico ternuras de cielos nublados.

Ayer es mañana



Ya se viene, dicen. El cambio no es mañana, respondo. Es ahora, cabrón. No te lamentes por lo que hiciste; más bien por lo que no hiciste. A llorar a esas vírgenes de Calcuta. No vale nada. Mucho es el precio que el dinero no puede pagar. Las tarjetas se revientan. El mall sigue lleno. Los buses no dan abasto. Entonces, queda practicar el ahora como momento que sigue todo el rato. No para. Esa es la idea. Fuerza, serenidad, tranquilidad. Ya se cumplirán las metas. La paciencia se cultiva de una y para siempre. Al menos, hasta que deje de latir tu corazón para que te vayas en paz.












miércoles, marzo 09, 2016

Soy lo que no aparento...el cambio es ahora.

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Es fácil mirar para afuera y reflejar tu reflejo reflejado en el espejo. Redundancia rudimentaria que alimenta la estadía en el paradero de mi conciencia. Las noticias embriagan. "Historia de un oso"; es el cortometraje animado y chileno, que ganó un premio Óscar. Una noticia genial para el espectáculo y cultura de Chile. La mayoría hace festín. Se cuelga del triunfo. Como siempre pasa en las artes "chilensis", tienen que reconocer afuera los silbidos de obras maestras. Aleluya las alamedas. Que se abran paso los escépticos; se viene la cordura moral que mata la ética cartesiana. Lo que uno ve en televisión. Los sonidos binaurales encienden la conciencia. Te hacen relajarte, concentrarte y enfocarte en una cosa.

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Mente-pensante

Nuestra mente está ahí donde el cerebro piensa. ¿Quién la maneja? El sujeto. ¿Quién es el sujeto? La persona que tiene conciencia; el alma que se reconoce vivo y que tiene capacidad cognitiva de percibir su entorno y su mundo interior. Se debe manejar a plenitud para probar el alfajor de sensaciones recaídas en el sentido del gusto, tan gustosamente compartido por la epifanía mundana. 

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Camino tan solo cuando me acompañan. No me escuchan lo que transmito. Sin embargo, están ahí como sonámbulos de la rutina y esclavos del trabajo. No lloran para nada. La frialdad cegó su ceguera de amor. Antes, era un solitario; ahora, soy un emisario de las alegrías y desgracias ajenas. Entre más miro al otro menos me reconozco en un espejo. Si la autoestima es el amor propio, entonces, soy la alpargata que se mira sin tener ningún cordón que la ata a los pies. Libre como el viento, dicen por ahí. Por acá el aire tiene olor a cemento. El campo se disfraza de ciudad para reírse de la absurda monotonía capitalina.

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Medito lo que hago ansioso. Es decir, actúo pensante, pero consecuencias atrae. Rima un rimador lo rimado en rimas. Lo disonante suena tan bien, que la caía del cabello no es nada en comparación a tu aroma de pieles asiáticas. La mar furiosa me envía unas olas. Movimientos recorren islas vírgenes. La llanura de la cima es la esclava del silencio. No marchita más la flor de primavera. El sentido no tiene ningún sentido caótico. A la larga, nada importa. El afán de seguir vivo es lo único deseable. Los cambios vienen a pasos lentos. Cacofonía de una sirena a orillas de la playa. La ballena desnuda que no deja descansar a los cuervos.

El desapego no es indiferencia 

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Desapego significa "carencia de sed". No se tiene la necesidad de nada, incluso de algo tan esencial como el agua. Significa no apegarse a otro, aferrarse a un amor romántico enfermizo. Hay que arrancar del apego extremo. Las relaciones no tienen por qué ser posesivas, dependientes o aferradas in extremis. Las relaciones sanas se basan en la independencia, en no ser posesivos. Se ama, pero eso no quiere decir perder su espacio por el otro. No se trata de ser indiferente con todo ni practicar la filosofía del "no estoy ni ahí" del "Chino Ríos". No podemos vivir sin amor, pero sí podemos amar sin esclavizarnos. 

O sea, una cosa es defender el lazo afectivo que une a dos personas; y otra muy distinta es ahogarse con el. El desapego, en definitiva, no es más que una decisión, de la cual subyace lo siguiente: "El amor es ausencia de miedo". Miedo a perder al otro. Miedo a que tu vida no tenga sentido sin ese ser amado/a. Pamplinas, estimados. Esa forma de amar esclavizante nos somete a una relación enfermiza, que va derecho al fracaso. 

Es un derroche de energía que uno deposita para satisfacer al otro. "El apego enferma, castra, incapacita,elimina criterios, degrada y somete, deprime, genera estrés, asusta, cansa, desgasta y, finalmente, acaba con todo el residuo de humanidad posible" (http://bit.ly/1pgGGzL).

La razón por la que uno se aferra al otro, en una relación amorosa, es que confunde posesión con amor. Al decirle al otro "eres mío/a", lo reduces a una cosa que posees y que crees que te pertenece, lo cual es una falacia tremenda, que termina derrumbando relaciones que se pensaba durarían años. 

El llamado es a ser libres. Significa no poseer nada, sino más bien sentir, compartir, desear, pero en mutua reciprocidad y sabiendo que nada es para siempre. Disfrutando el presente. Cada momento como si fuera el último. De eso se trata la vida. Amar, que te amen, pero siendo libres. Sin miedos, prejuicios u otra disonancia negativa para el existir.