sábado, septiembre 12, 2009

Filosofía de las noticias


Nunca expliqué este paradigma ideado por mí. No es una teoría compleja. Es una idea simple, pero abstracta. Consiste en la proposición de criterios filosóficos que converjan en el rescate esencial de lo que se denomina noticia. Hecho que ventilan algo nuevo, raro, de interés masivo, construido con una lógica mediática que luego se da conocer a la comunidad. El supuesto básico de mi modelo es el siguiente: existen ciertas claves filosóficas que moran en las mentes de los editores de medios, cuyo afán es calificar como noticiosos, sucesos que tienen un valor. Por tanto, se convierten en productos que serán vendidos en el mercado de la información. Las reglas comerciales marcan las pautas enlosadas y ambiciosas del negocio mediático. Siempre ha sido así. Desde que existen, los datos siempre fueron y serán manipulados. No existe algo así como la información pura, liberada de todo sesgo subjetivo. La objetividad es una utopía. La comunicación implica un emisor que, inmiscuido en los medios, erige un edificio de realidad en el espacio otorgado. La compensación aparece cuando un emisor de otro medio construye el mismo edificio, pero ubicado en otro lugar. Con esa analogía, concibo a los medios como entes netamente perspectivistas. Entonces, la filosofía de la noticia mora allí, donde se encuentra la vértebra editorial de cada medio. Si antes el mensaje era un fin, ahora es el fin y el medio a la vez, que sirve para captar audiencia. La competitividad asola sin desdén en cada átomo que compone la naturaleza mediática. Es cierto que existen medios alternativos que no contemplan el fin de lucro, pero, de todos modos, siempre quieren atraer a más personas. Mientras eso ocurra, su alternatividad se reduce a su particular punto de vista, contaminado con los vicios de los medios tradicionales. Las nuevas tecnologías de la información, lejos de sepultar esas prácticas, las potencian al extremo de que los receptores dependen cada vez más de los medios para buscar un punto de referencia. No es malo. Cumplen sus antiguas funciones de entretener, informar, orientar y educar. Incluso-para los solitarios-desempeñan el rol de sustituir la compañía real. Ahora bien, es cierto que los intereses mediáticos provienen de cúpulas de poder, que imponen sus políticas individuales. Por algo son un poder en sí, sea fáctico o con una influencia tal, que los convierte casi en el cuarto poder del Estado. En consecuencia, sería inútil encontrar un rasgo único que sea la regla para decidir qué hechos son noticias y cuáles no. Si nos remitimos sólo al género informativo en el que se inscribe tradicionalmente la noticia, diremos que se convierte en un embase-liviano o pesado, dependiendo de la importancia del hecho- digerible en el momento de nacer, pero desechable a la vez, porque vendrá otra que la desplazará. La cronología es constante. Aunque, en ocasiones, lo que en un momento fue noticia, vuelve a renacer de las cenizas, cuando la coyuntura invita a reinstalarla. En este sentido, las noticias en sí mismas, no son elementos que puedan significar una filosofía: son acontecimientos cuyo enfoque trae consigo una visón, un punto de vista, una mirada seria o una ideología. Vale decir-y aunque suene paradójico-la filosofía de la noticia está intrínseca en ella misma. Subyace en la línea editorial simbolizada en la forma como es presentada la noticia ante la comunidad. Sin embargo, ocurre que los medios, a veces, coinciden en mismas valoraciones: en esa confluencia recíproca observamos también una filosofía noticiosa. Si un hecho se mediatiza por su relevancia, sin previo acuerdo entre directores de medios, estamos ante un fenómeno trascendental que pasa a la historia y que refleja el espíritu de una época. He ahí mi filosofía. Obviedad para unos, aporte reflexivo para otros, lo cierto es que con esta base armo mi blog.