jueves, diciembre 30, 2010

Cucharadas de sabores amargos


Estoy en el presente. Soy el aquí y el ahora. Nada más existe. Los recuerdos son capítulos añejos de la nostalgia, imágenes sin cuerpo que navegan en mentes reflexivas. Las visiones sobre el porvenir son máscaras del orgullo, porque representan lo que podría ser si se dan ciertas variables, que muchas veces no manejamos. Por eso, anhelamos con un ego que, en ocasiones, pide más de lo que realmente puede desear. Mejor quedarse donde se está. Contemplar el ahora significa sepultar la introspección moribunda y dar paso al trance de la nada, de la “nada” misma, no de la nada opuesta al todo.

Trance

El blanco de lo oscuro hace que ni se oigan las externalidades contextuales, que continúan su movimiento mientras se percibe lo íntimo. Es bueno recrear lo creado. Materializar lo sentido en palabras, hace que cobre vida ese momento especial. Cada renovación del aire pulmonar es fluir al son del ritmo vívido de la divina providencia. No hay paredes ni obstáculos para una imaginación inquieta. Los vaivenes de la carne se cristalizan cuando se logra canalizar el deseo que controla el cuerpo. El amo y señor de la discordia espiritual aguarda solemne la virtualidad de las caricias esquivas. Hay un yo escondido en todos. Una entidad inmanente que habita en tu ser acorralado por el sistema agobiante. Escapar es el consuelo. Gritar es desahogarse del abismo insoportable de la circunstancia fome. Nada llama la atención; todo es monótono. Sigue el vacío existencial que ya ni la fémina marea de calor amoroso puede llenar. El paso sigue, los años también. Se trata de parar el tiempo que vuelve siempre. No hay concordancia entre armonía y odiosidad. Algo falta. Algo no anda bien dentro de un ser con un combustible no renovable. Se agota la penumbra de creatividad. Al fin y al cabo, es solo. Y sabe estar solo. Pese a la grandeza del mundo, la pequeñez se manifiesta en acciones oprobiosas. La culpa viene de un estímulo externo, pero es plasmada con cicatrices palpables. El daño se hace sin miramientos. Ya no hay sufrimiento cuando no se siente dolor. Cuando no hay más que nihilismo. Todo va y viene y la felicidad es una sonrisa postiza mostrada en chispas del ser contento.

Escupir

La ventana está abierta. Entra junto al viento todo ese humo polivalente del querer lo que no se tiene. A la mierda con mirar si se puede tocar. A la mierda con pensar si se puede escribir. A la mierda con mentir si se puede omitir. A la mierda con reír si se puede llorar. Hay sintonías con sentido figurado. Hay corduras que se avergüenzan de sí mismas. Hay canciones entretenidas, que duran lo que dura en hervir el agua. La ebullición traicionó a la razón. Mira que todo cambia y todo permanece. Mira qué locura acecha tu impaciencia. Mira la piel de gallina. Mira la grasa acumulada en una panza que alberga la chatarra de a hamburguesas embutidas.

Meditabundo

Respira hondo. Flashes de imágenes pasan revista en tu memoria. Deja que fluyan solas, porque luego desaparecen. Acto seguido, tu mente queda en blanco. Es ahí cuando comienza el trance de la serenidad. Déjate llevar por ese viaje dentro de ti. Verás sombras y luces intermitentes. Mantén la calma, que pronto llegas al punto fijo. Ese que te concentra 100%. Ese que no tiene forma ni color. Sólo tú y ese punto. Nada más existe y nada más piensas. El tiempo deja de tener sentido. Tus latidos no los sientes. El frío ni el calor tampoco. No abras los ojos hasta que veas con el ojo de la mente. Ese oráculo que construye tu ser para indicarte el camino a seguir. Tú decides qué quieres ver. Si lo que vendrá o lo ya fue. Mejor anticiparse a los hechos y ver el porvenir. Idealización o no, es una visualización tuya. Aprende a manejarla y enfocarás mejor tu destino. Practica la meditación frecuentemente y sabrás más de ti que nadie en el mundo.

Rutina

Buscas. Andas. Te mueves como loco. No sabes para dónde vas. Vas donde te lleve el trasporte público. Eres una hormiga más del hormiguero de la urbanidad. Hay un caos. Un atochamiento no sólo en las calles, sino también en tu mente. El bocinazo resuena tu oído. Te empujan. Sientes olores extraños. Estás incómodo. Te dices: ‘No soporto esta ciudad’. Te sientas donde puedes. El Metro por fin parte. Te sientes ahogado. Sabes que no puedes encender un cigarro. Te da lata cederle el asiento a una embarazada, pero lo haces de todas formas por cortesía. Parado estás incómodo. Lees el periódico. Con un frenazo casi te caes. Te sostienes. Hay niños, adultos y estudiantes. Eres un trabajador más con ansias de no estar allí. Tienes ansias de estar descansando. De estar en la playa. De estar en tu cama. Te dispones a viajar. Otra vez la rutina. Al siguiente día la escena se repite. Eres una empresa en potencia, que trabaja para una mayor que te somete.

Carencia

Afectividad. Atención. Comprensión. Cariño. Ternura. Pasión. Ilusión. Tocadura. Son todas palabras que significan lo mismo en ti: ausencia de amor. Para ti no hay otro anhelo. Pero sigues soñando lo imposible. Pero sigues queriendo lo que sabes que no podrás tener. Vives de ilusiones vagas. No sientes de verdad. No escuchas realmente al otro. No te escuchas tanto. Sueñas despierto. Vives otra vida cuando cierras los ojos. Hay un mundo soñado por ti mil veces. Mejor baja a tierra. Resucita tu superficialidad y entierra la abstracción que te nubla la vista.

Luchar

Haz un paréntesis. Mira la naturaleza de tu inconformismo. Rompe el hielo. Rompe la cáscara que no te deja respirar en paz. Escupe la mugre que obstruye tu garganta. Asimila lo bello que es tu pensamiento cuando logras manejarlo a tu albedrío, sin temor, rencor, resentimiento o karma que te enclaustra en un refugio oscuro. Corre por los pasajes de tu imaginación. Haz que suden tus miedos. Libera las toxinas de tu cordura. Deja de depender del sentimiento ajeno. Sé siempre tú mismo. Eres lo que quieres ser, no lo que diga el resto. Los demás son sólo una escoria de tu vida. Aléjate de los flaites y cuicos. Convives con mediocres, pero los apestas al punto de odiarte a ti mismo. Desapareces un rato. Eso te hace bien, porque te reencuentras. Ahora trata de mantener esa estabilidad mental para afrontar los desafíos del día a día mejor que antes. No importa si es Dios quien te ayuda en eso o si eres tú mismo operando el panel de control de tu conciencia. No hay mundos perfectos. Nada te hará mejor ni te salvará de ti mismo; ni todas las drogas del mundo. Consciente de eso, sabes ahora valorar cada suspiro, cada amanecer y anochecer. El resto de tu vida se edificará con cada movimiento calculado que hagas. El culpable de tus desdichas y grandezas eres tú mismo. Siéntate contigo un rato. No pesques un cuchillo para cortarte las venas ni te cuelgues en tu armario. Es el camino fácil de las mentes cobardes. Tú puedes más que eso. No te quejes por lo que no tienes y por lo que no haz hecho, mejor concéntrate en lo que tienes y lo que puedes conseguir con cada logro que vas obteniendo en este vida caótica. No busques más el amor. Éste llegará algún día. El día menos esperado. Eso esperarás. Te dirás a tus adentros: ‘Quiero amar’. Todos buscamos lo mismo. Así que tranquilo. A nadie le falta el altísimo. Sácale partido a la soledad.