martes, diciembre 18, 2018

Peregrina tu mente en dos ruedas andantes


-Creyentes o no, un mar de gente, cual hormigas repleta el Santuario de Lo Vásquez. Ritual que año a año se repite cada 08 de diciembre, como evento religioso que atrae a masas. Lo curioso, es que no sólo se aprecia a feligreses y devotos que “rozan” el fanatismo. Sino que también a ciclistas, que en familia o con amigos, se dan un tiempo para llegar al recinto. Y el comercio, para qué decir, abunda. Exagerado a más no poder. Jesucristo o la propia Vírgen del lugar no estarían contentos si vieran eso. Es lo que hay.



Por Gabriel Angulo González

Avanzar en dos ruedas es patinar el movimiento para llegar a un trayecto más feliz. No es motorizado. Eso lo dan los propios cuerpos y las piernas cuyos músculos forjan el rotar sobre el eje de pedales traviesos. Si en grupo es posible llegar lejos, en soledad también, pero la mística no se comparte. Pedalear más de 10 horas para ver a la virgen o apreciar el mar no tiene precio, requiere de esfuerzo, motivación y ganas de hacerlo. Todos quienes partieron desde Santiago hasta el santuario Lo Vásquez por Ruta 68 - otros más osados hasta Viña del Mar como yo-, presagiaban que llegarían al destino del encuentro con la virgen o con uno mismo. Más de 40 mil ciclistas colmaron cada recoveco del espacio religioso. Fanáticos y no tanto. Creyentes y laicos se dieron cita a distintas velocidades y por distintos motivos. En grupo la música y la buena conversación hicieron gala de su astucia.

“Por mi Dios, todo”. Frase de un fiel peregrino…El camino está cortado. Es de tarde. Es la Ruta 68. Carretera concesionada de la española Abertis. Sólo se ven peregrinos. Y ciclistas en la calle, además de personas en caballos, patines, silla de ruedas, trotando o caminando. Mientras, alguno que otro carro alegórico o con adornados se toman la pista. Es lo primero que uno observa. Avanzo rápido en mi bici. Luego, cae la noche y luces rojas parpadeantes dibujan el trayecto.

Ciclos de ciclistas a más no poder. Me dejo llevar y me digo: "No será mucho, lucho...". Continúo el peregrinaje más mental que real. Es decir, ni ahí con virgen aunque le rezo. Ni ahí con perros que se cruzan. Y solo el sonido de parlantes resonantes atesoran el desierto de mares. La cuesta, que cuesta subir. Y la cumbia suena, y la música de moda. La mía la prendo para prender a mi amigo concentrado en no adelantar al grupo. Es grupal como individuo, y solitario como sociable. Y es lo que será.

No son sirenas. Son como luciérnagas puestas en parte trasera de bicicletas. Transporte de dos ruedas impulsado con piernas devotas de fe. O simplemente por el hecho de llegar, ejercitar o, en último término, compartir. Gente de todas las edades y clases sociales cohabitan en ambas pistas despejadas. Y en la berma.

Cada cual, a su manera, se va diciendo internamente “Vamos, que se puede”. La recompensa: la alegría de llegar. Cuando llegan, todos y todas, se dicen que por la virgencita valió la pena.

Lo cierto es que, creyentes o no, un mar de gente, cual hormigas repleta el Santuario de Lo Vásquez. Ritual que año a año se repite cada 08 de diciembre, como evento religioso que atrae a masas. Lo curioso, es que no sólo se aprecia a feligreses y devotos que “rozan” el fanatismo. Sino que también a ciclistas, que en familia o con amigos, se dan un tiempo para llegar al recinto. Y el comercio, para qué decir, abunda. Exagerado a más no poder. Jesucristo o la propia Vírgen del lugar no estarían contentos si vieran eso. Es lo que hay.




La Biblia dice que peregrinar es visitar la casa del Señor. Ver un lugar sagrado. Un santuario. Pero no faltan los jóvenes, que con parlantes escuchan “a todo chancho” temas de reggeton. Y no sólo eso, fuman marihuana, cigarros y toman cerveza. Espectáculo completado con gente colocando carpas en costados de la autopista, bajo puentes, pasarelas o en los peajes. Otros con saco de dormir o “con lo puesto” dormían, literalmente, en la calle. Ahora bien, ¿Qué mueve a las personas hacer eso? No hay una respuesta única. Un sociólogo podría decir que la sociedad necesita un motivo de fe para hacer algo, en este caso, movilizarse a un sitio considerado, sagrado, o lugar de oración. Muchos van a extirpar la culpa, el pecado. Otros a confesarse. Unos a carretear. Algunos agradecen a la virgencita por favor concedido. Con velas rinden culto a su intermediación, ante el Altísimo, que concedió un objetivo “X”.






Santuario de Lo Vásquez de noche.

Empero, no todos son creyentes. Las influencias son distintas, pero la ruta es la misma. Avanzar arrastrándose en el suelo con peso en la espalda, y lentamente, para llegar a la entrada de la iglesia donde está la “Virgen purísima de Lo Vásquez”, ¿Es realmente un acto de fe? Para miles, sino millones, lo es. Y es respetable. Tener que devolver un favor, a costa de esfuerzo, cansancio, heridas por rozar el suelo, frío para los que duermen en el suelo o hambre, es una demostración de fe. Sin embargo, eso podría entenderse como un tipo fanatismo exacerbado. Como sea, es la gente manifestándose. La mayoría va sólo de visita, comer algo y, de paso, comprar algo en el comercio.

Palabras a parte para eso último. O sea, no es posible que unos 3 kilómetros de feria cerquen la entrada. Lo anterior, además de obstaculizar el paso al recinto, es una aberración al significado último del santuario: ir a reflexionar. Uno, no va allá-se supone- a comprar. Va a orar, reflexionar, cumplir una manda, o cualquier motivo religioso. Cristo, sin duda, se enojaría si viera que en su templo muchos lucran con adornos de fe. Amuletos, velas, rosarios, imágenes de él mismo o de la virgen saturan el lugar. Y si algo apesta en esos “verdaderos locatarios” es el olor al “sanguche de potito”. Pan llenado con interiores que, a muchos deleita, el paladar, pero a otros como yo, les apesta. Comerciantes de comida rápida conviven con otros que venden ropa, juguetes, y hasta aparatos electrónicos.

La simbiosis descrita entre comercio y religión es un canto al consumismo sin límites. Un desparpajo social disfrazado de religiosidad. Muchas personas, oportunistas, entre hoy y ayer, planificaron “ganarse” unas “lukas” a costa de la fe. En fin, hasta micros con dueños avaros cobran pasaje de hasta $11.000 para llevar gente de regreso a Santiago, Casablanca, Valparaíso, Melipilla, entre otros lugares. Ganar o ganar es la consigna de esta jornada.



                Tunel Lo Prado de noche sin autos.


Al final del tunel se ve la luz. Esa que ilumina la conciencia y enciende la fe. En este caso, el saber que falta poco para llegar. Después de subidas que generan agotamiento, viene el tunel, y después la bajada es el premio. La velocidad en bicicleta aumenta, el sudor deja de caer y uno se desliza a una velocidad que ni requiere pedaleo.

Y si la sed y el hambre acechan, a lo largo de todo el tramo se aprecia -de nuevo- a gente vendiendo plátanos, sándwich de ave mayo, huevos duros, completos, sushi, sopaipillas o golosinas. Un negocio redondo de una sola noche. Pese a que Carabineros custodia el lugar con personal en ciertos puntos de la carretera, como los dos peajes, los acompañan personal parmédicos, que están listos para atender emergencias, porque recorrer 120 km puede traer malestares de salud, en quienes no están acostumbrados a andar en bicicleta o comer en la calle. Por eso, fiscalizadores apostados  en la carretera y la feria contigua al santuario vigilan que la comida que ahí se vende sea la “más adecuada”. Difícil supervisarlos a todos.


*Fotos varias:



















miércoles, noviembre 14, 2018

Esas miradas que se cruzan




Intercambio de vistas. En almas recíprocas, aún diferentes. Activación elocuente del niño soñando ser viejo. El amor con sus alas eleva la cumbre de alegría. Fluir hacia el otro contento, Señor, contento. Ser como él, ella y ellos. Los une la equilibrada atracción, entre mundana y etérea. Piel de alma leal y caprichosa, que despierta una misma conciencia celestial. Lo que es, está en el cielo y la tierra. Y, en el universo, paz a los hombres de buena voluntad.

Si la niña flota por la ilusión que despierta su ángel, la felicidad eterna se manifiesta. No hay amor más grande que dar la vida por los....amigos. Otros, pero conocidos. Familiarizados con tus seres queridos. Los odiados no tienen cabida en la alicaída cordura occidental. Y luego, tras la nube volar, confesó: "No tengo paraguas". La voz del Altísimo se hizo consciente y habló en su mente. "Estoy ahí donde tu corazón late y la mente encumbra". Como si del cielo cayera su mirada de fe dispuesta a vivir. Canción. Olvido y ternura.

El clásico del clásico derrite las emociones dulces. Atención plena, entre nervios quisquillosos. Palabras que sirven para conocerse, y el espacio, que fuma la mirada tranquila. Si los ojos son la ventana del alma, aquellas almas, vieron sus almas. Y se rieron al unísono....¡He ahí lo dulce de lo amargo, lo bello de lo feo, lo caro de lo barato, lo caliente de lo frío! Son dos y punto. En la hora, del ahora. Así sea. Amén. Amén. Lo simple miró a lo complejo y se enamoró. Si el mensajero de alegrías cándidas sabe volar y le enseña al otro, entonces, cumplirá su misión celestial. De la mano, sin darla. De besos, sin darlos. De abrazos, sin darlos. Las miradas; eso sí, compartieron.

Fue la entelequia del diálogo entretenido. Esa que avivó el ánimo, contentó el espíritu y llenó el regocijo de ambos, al atardecer. Seguirán en la senda de descubrirse. Seguirán encontrándose en miradas cómplices, caricias tiernas y vocablos sinceros. Destinos interceptados en un camino despejado y luminoso que empiezan a recorrer. Tal cual llegaron al mundo, que el amor por fin hizo su entrada magistral.

martes, mayo 08, 2018

Calma flotante en cielo despejado




Volar es despegar la mente. Es despegarse del suelo para sintonizar las nubes con la imaginación, que en dicha circunstancia hacen vibrar los sentidos. Cielo del relajo, aire disuelto. Cada latido se siente en calma. Durante el vuelo flotar no reviste apego. Libertad quieta en lo azulino del cielo plano. Mirada profunda sin fin. No hay dudas; sólo ensoñación flotante.Trance remoto a metros de altura abismal. Somos un átomo de cielo. Ni eso es compatible con la combustión de asilo fulminante. Comprendes que la existencia habita entre un palpitar de ojos y un racimo de uvas, en el cielo. Cuando las nubes cubren el destino penumbroso, el sol viene a aclarar tu visión periférica. Miras en 180° grados y aspiras al 360°. Ver todo es ver nada. El blanco incluye todos los colores; el silencio todos los sonidos del universo. Aprender es comprender que el ser holístico se esconde en cada uno de nosotros. Somos los llamados pequeños budas dispuestos a dar un salto en el abismo sin retorno seguro. Cuando sales, algo ya no regresa en ti. Eres el uno con el todo. Simbiosis plena de un atardecer anochecido; virtud del alma transmutada arriba de un avión. Hasta aquella canción suena mejor arriba del silencio. Yuxtaposición impecable que ni el músico más famoso ignora por completo. La alegría profunda del abismo circunstancial indica que la vida sigue un curso no lineal. Disperso de por sí y para sí. No hay un más allá sin un más acá. Contraposición impetuosa de los orgullos humildes. El hambre tiene sed de gula. La sed tiene hambre de sequía. Desde arriba la altura de miras te aclara el panorama; despejada la mente juega su juego el destino caprichoso de armonías salpicadas en pensamientos perdurables. Objetivos aclarados. Reinvención de los caprichos del ego errante. La flor ya no se marchita más. Cruje en armonía el ser de pétalos flotantes, cual flor de loto abierta completamente a Jesús vivo. Espiritualidad despertada con alma quieta. Ya nada perturba la estabilidad de un sistema abierto controlado por una mente flotante. Sensación repetida al compás de porvenir presente. El vocablo se ha pronunciado.



Maestro de las alturas que enseñas a volar con la mente. La plenitud del cielo te cobija en su majestuosidad. No hay temor, solo paz. Nada llena tal vacío como eso. Aquello que no miras con los ojos, pero que, sin embargo, dejamos de verlo por llenarnos de pensamientos negativos del ser involuntario, atrapado en ideales repetidos. Materialismo puro de un sistema mundano, apagado y sofocado. Lo bueno de volar es que aprecias que los problemas son chicos; los miras como si estuvieras en otro mundo, como si no existieran, que no valen la pena. Lo bueno también es darte cuenta que el amor existe. Que la distancia no existe cuando dos personas sintonizan una misma frecuencia. Y eso se tiene a miles de kilómetro si es mutuo. Las emociones juegan su papel emocionante, que te eriza la piel cuando sabes que un sector de la Tierra alguien siente lo mismo por tí y hacia ti, lo cual llena de alegría el espíritu y el corazón late mil de felicidad. Y así. Y así. Se carcome el tiempo, que pierde sentido cuando dos seres confluyen en aquello que llaman amor verdadero. No hay obstáculo que impide el traspaso de plenitud. Eso de almas que gemelas que no mueren y se reencuentran una y otra vez en la canción constructora de ser. En lado de la vida estoy yo, en la otra tú, combinación que en equilibrio nos permite seguir volando. De lo contrario, un aterrizaje forzoso nos espera para caer y suprimir el sueño. Cada día tiene su afán, así como se riega una planta a diario, el amor del mismo modo se cultiva para crecer desde los átomos a la piel; cuya alma sempiterna vaga en estados diferentes que se vuelven una sola alma, combinada de amor celestial. Volver a volar es sentir eso y mucho más. Viaje del cielo mágico. Celestino de esplendor que me llevo conmigo. Gracias por estar y existir ante mis ojos, vuelo de la vida.



viernes, enero 05, 2018

El despertar consiente de la divina eternidad



Por Gabriel Angulo González

Con el trascender, transmutando el estado de las cosas (emociones, energía, acciones y materia) y elevando el nivel de conciencia, puedes comprender sentido del existir. Se es feliz cuando la certeza última de la vida se apodera de tu ser. El secreto divino. El principio fundamental que lo rige todo y en todo momento: el código de la vida. Cual partícula de Dios dosificada en la energía celestial. El alma tiene su historia, conocerla te hace ascender a la cúpula de la iluminación, emancipándola de las reencarnaciones para llevarla a la luz eterna. El trabajo terrenal, es dirigirla hacia allá.

Entre más despierta la mente, más alto el nivel de supraconciencia. Cuando alcancé un estado por sobre el normal vi mandalas, colores y la materia prima del cosmos, especie de caleidoscopio mental, en espirales atómicos de los que están hechas todas las cosas. Vi las venas de la vida por las que transitan la sangre y sudor existencial, que nunca deja de fluir. El universo es porque es. El tiempo es este instante eterno. Presente puro y cíclico. Trasciendes las dualidades y conoces la verdad que nos hará libres.

Sentí una visión periférica, en 360°, donde todo cabe dentro de todo; es uno con el todo armónico. Aprender a transformar la materia, debe de ser genial. Trascendí por momentos la dualidad, las dicotomías, las polaridades mundanas y vi la unidad pura en su ubicuidad sempiterna, universal y holística.

Es genial superar los miedos para crecer. Madurar la mente y la conciencia, es despertar y ver, literalmente, con los cinco sentidos, más el sexto y séptimo extrasensorial, que nos permiten tener fuerza de certeza feliz. Es revelación de vida y dicha de conocimiento con el que se alimenta el árbol de la vida. Eso.



El verdadero maestro encuentra el silencio en el ruido, la luz en la oscuridad y la vida en la muerte. Lo ideal es morir en vida para darte cuenta de que no hay muerte...Es genial percibir los miedos y superarlos. Como dice el escritor checo, Milan Kundera, el origen del miedo es el porvenir. Y cuando sabes lo que se aproxima el término de tu vida biológica pierdes el miedo y te entregas a la luz eterna que es alegría, amor y conexión en su nivel absoluto.

Vi el demonio que, como entidad fantasmagórica color rojo, cohabita en mi espacio mental. Te insta el accionar instintivo e irracional, además de potenciar el ego, lo que nubla a tu verdadero ser. Cuando descubres eso, te liberas, lo suprimes y te entregas al Más Allá con tu esencia pura y descontaminada, liberada de la prisión prejuiciosa, con el principio de no resistencia, lo cual te hace conectarte a lo no manifestado, lo sublime y que le saca una sonrisa al alma. Si ayuda a todo aquello, como vehículo, el efecto de la cannabis, bienvenida la marihuana. Única droga religiosa.