jueves, enero 28, 2010

No sé enamorarme


Aparece sin previo aviso. Penetra en los más hondo de las emociones y hace vibrar el cuerpo y el alma. Estremece hasta los huesos. Es una energía que se inmuta entre llanto, alegría, sudor y canto. Son sensaciones alteradas que merman el buen juicio. Me doy cuenta que el amor te pone ciego. Pero uno no ve todo negro, al contrario, visualiza panoramas bellos con la persona deseada. Paisajes románticos, llenos de la rica nostalgia eterna con sonidos que precipitan el corazón y nublan el pensamiento. Esa ceguera amorosa se prende aún más cuando las miradas se cruzan. Cuando el gusto por el otro se acrecienta, en la medida en que los cuerpos se rozan, se mueven sin indiferencia y con entrega total hacia el ser querido. Pero también ese mamantial de inefables sentimientos salen a relucir cuando la quietud dibuja en la mente sólo la imagen de la persona anhelada. Ese enfoque selectivo, al punto de suprimir cualquier elemento distractivo, produce en el ego una alatargada, suave y delicada fragilidad de risa y a la vez pena, en un corazón que que siente cosquillas y se estremece de un goce espiritual. Aquella descripción muestra indicios de enamoramiento. Torrente acalorado y nublado que alegra el espíritu y contenta el caminar. Algo nuevo para mí. Algo lindo por sentir. Aprender a ser correspondido es una tarea que requiere paciencia. La ansiedad debe perecer ante la opulencia infinita del amor. Si la felicidad trae suerte, entonces, la dosis perfecta del un amor verdadero encierra el concepto de plenitud interior. Paz interior. Mundo interior, que se exterioriza con actos hacia el ser querido, que nunca deja de valorar, pase lo que pase. Sufrir es parte de eso. Cuando duele el corazón es cuando se ama de verdad. Si bien todavía no amo, estoy ad portas de sentir algo así. Si el destino lo permite y la mujer que quiero me ayuda a calibrar ese esplendor de tesoro amoroso que tengo para regalarle, que Dios sea testigo de que por ella moriría y volvería a nacer en un amor eterno, donde la muerte no tendría cabida. Esa idealización me gusta si siento que esa persona siente lo mismo. Si no llego a eso, me conformo con que en el mundo terranal sea yo su hombre que despierte su amor sempiterno.