viernes, febrero 26, 2010

Terminal del insomnio


Siento como que ya no siento como antes. Me encierro en mí mismo y no me permito abrir la mente. Soñar despierto sigue siendo mi consuelo. Al parecer el amor prosigue en su obsesión por obsesionarme y bloquear mi capacidad de amar. La ingenuidad de un sentimiento puro se pierde cuando es vacío. Carece de sentido. Es leve. Le falta el peso simétrico de la correspondencia. Resbalar con escollos psíquicos, ampara la misma consigna. En el terminal de mi vida comienza lo que nunca fue. Nadie añora lo que ya tiene. La ceguera viene de la conciencia, no de dilemas externos. El tedio se apoderó de aquél vagabundo hambriento de amor. Vive un mundo reinventado por él mismo. Atrae hacia sí lo mejor de las cosas peores. La dignidad la perdió cuando lo abandonó la fe. Recuperar esa condición de dicha es una tarea titánica, que requiere de la intromisión inmediata de una fuerza externa capaz de alivianar la caída desterrada. La autenticidad la construye cuando de sí mismo, no deja que se entrometan en su vida ni en la forma de cómo se comporta. Hablo en primera o en tercera persona. Da lo mismo, son intercambiables una de otra, si se considera que soy un ser humano más de ese mundo, que contempla las circunstancias. Puede que una vez capte el raciocinio de la vida, pero, en dos o tres veces seguidas, se vuelve una rutina demasiado rutinaria que aburre la mente al punto de anhelar desaparecer. Los años pasan y las lágrimas nunca aparecen. Esa mente no tiene manifestación física. Es una columna de metal sometida a los designios de quien la cobija. Nada entre la gente los separa. La distancia es tal, cuando el sueño agobia. El alma descansa realmente cuando la mente la deja tranquila. La conciencia pareciera ser enemiga del buen dormir; cuando los pensamientos revolucionan e imponen su constante estadía en el paraíso de la imaginación. Callar significa apagar las voces del silencio. No es audible un sonido que distorsiona la percepción. Más vale un amigo forastero que un compañero vecino del interés. La soledad permite aclarar el mundo interior. Pero ese mundo está influenciado por el exterior. Hacer que no incida tanto en la mente mental es una tarea compleja que requiere grados máximos de concentración. Los niveles altos de conciencia se alcanzan cuando entendemos que somos energía pura refugiada en un cuerpo denso. Fluir al favor del destino sideral consiste en vivir en equilibrio con la vida. Eso significa estar realmente despierto. El insomnio es un chaleco de balas que nos protege de la moralidad esclavizante de la sociedad. Apresúrate a romper cadenas frondosas construidas con acero celestial. Al final, divagamos y especulamos un mundo feliz. El futuro promete tanto menos que el presente. Haz que de la realidad no te mantengas ausente. El abismo personal sí tiene un nombre y se llama desolación. En ese instante descubres el sinsentido sempiterno que carcome la vida enraizada en tus poros demacrados. La sensación de sentirse una “cosa” de la creación contribuye a minusvalorarte como persona íntegra capaz de convocar cambios profundos. Ya lo entenderán los evolucionados espiritistas, que ven, en la magia de la psiquis, su razón de ser. La astrología aterriza el hermetismo de leyes universales. Nunca descifraremos el código de la vida. Lo que sí haremos, será transformar el cerebro en una máquina dotada de telepatía cósmica capaz de crear y transportar dimensiones disímiles, a distancias imposibles de percibir con el actual modo de pensar. Si hasta el caballo galopará más rápido. El que se extinguirá será el involucionado que atribuyó, a otros, lo que provocó su propio ser. Mientras quienes descubrieron la verdad dentro de sí mismos se liberaron y abrieron el espectro de su percepción cuántica, incluso, más allá de eso. Todos tenemos un don que explotar, pero vivimos sometidos a leyes terrenales que no permiten enterarse de aquello. La ignorancia es amiga de los magnates, pues inculcándoselas a otros se hacen cada vez más ricos. Y no es que ellos sean visionarios, sino que saben dominar el mundo con su ordenamiento absurdo e injusto. Mis palabras tienen olor a protesta. Ahora, lo patético no es eso, sino que radica en que ni yo sé lo que escribo. Yo escribo lo que creo, no creo lo que digo. Me enferma la vida plana, pero la añoro cuando me la tomo demasiado en serio. El equilibrio siempre es simbiótico, nunca es de una misma especie; proviene de múltiples fenómenos que, conjugados en un solo proyecto, conformarán un nuevo tipo de humanidad más humada y menos mundana. Me explico: imperará una razón más equitativa y menos competitiva. Después del 2012 algo cambiará. Si no es así que me parta un rayo. El tren ya comenzó la cuenta regresiva de mi pasión. Mi saliva tiene sabor a mujer. Adoro a una fémina que me saque de mis casillas, pero en el buen sentido de la palabra. Necesito la musa que encienda la inspiración desterrada a un lugar profundo de mi corazón. Desorientación. No hay un después. Hay un aquí y un ahora. Nadie sabe lo que va a pasar mañana. Sólo existe el presente eterno. Entender eso, requiere un magnetismo sublime. Sin embargo, algo se asoma a lo lejos ¿Será el templo del placer? No, falta para eso ¿Será la escuela de la sabiduría? No, la mejor escuela es la vida misma ¿Será el horizonte marino? No, siempre estás allá ¿Será el paraíso ecuménico? Por ahí va la cosa. Una nueva religión está naciendo. Sin dogmas. Sin condiciones. Sin deberes. Sólo pensar un poco más las cosas. Cuando se piensa demasiado algo no se disfruta. Pues bien, hacer del pensamiento una gota de goce para que cada imagen mental se convierta en un manantial de día y no de oscuridad polvorienta y sucia. Ya me cansé de cansarme. El insomnio tiene un punto sin retorno: es simplemente vivir. El cuerpo nunca satisface del todo al alma, no obstante, tiende a dominarla a su albedrío. Falta más autonomía del ser. Falta un motivo más divino. Falta esperanzar la esperanza que está en coma, a punto de perecer e irse al patio de los callados. Todos somos distintos. Da la impresión que la mayoría vive a expensas de la cultura imperante. Con responsabilidades hacia otros, uno se descuida a sí mismo. Somos irrepetibles. Nadie es es como nosotros. Descubrir eso es la lucha constante por trascender. El primer paso es aceptar que existimos. Quiero amar, amando lo amado y no exigiendo. Es la juventud la esclava del futuro. La vejez es la reina de la pereza. Ayúdate a ti mismo ¿Qué hay del hombre? Hay un animal dentro de él. No se te olvide eso. Nunca pensaremos igual todos. Pero el opio sigue funcionando manipulando las mentes. Ser manipulador tampoco es el objetivo. Pero los mismo quienes desean los cambios son los mismos que quieren lideran cuando se produzcan. Al final son también usureros de fe. Ya terminó el insomnio. Quiero dormir. Quiero soñar con algo mejor y peor también. Cuando deje de latir mi corazón, ahí si que no habrá nada nuevo bajo mis narices. Cada quien tiene el derecho de propiedad. El desorden está en el orden de lo no captado. Cuando se capte eso, al fin podremos ser humanos. Mensajero de un mensaje diminuto y, a la vez, endulzado con afanes feudales. Somos reyes de la existencia, pero esclavos de la creación. Para el que entienda. Para el que cante. Para el que se lamente. Deshago mi propio desenfoque. Me escapé de lo terrenal, pero me hace falta maldición. Bendición es algo que ya tengo. Agradezco a la vida.

martes, febrero 02, 2010

Un temor previsto


Ya es una realidad. Sebastián Piñera es el nuevo Presidente de nuestro país, electo en segunda vuelta el pasado 17 de enero. En una votación histórica la derecha vuelve al poder luego de veinte años de gobiernos de la Concertación. Coalición que deja un legado en avances, sobre todo, en obras de infraestructura pública y políticas sociales, pero, a la vez, deja materias sin resolver en ámbitos de la salud y educación. Por eso, al nuevo mandatario le tocará asumir los desafios del Chile bicentenario. País que con 200 años de historia aún no soluciona el flagelo de la pobreza, graficado en la mala distribución de los ingresos, los cuales siguen siendo muy disímiles entre el quintil más pobre y rico de los chilenos. La educación pública de calidad no está aseguraada para todos los ciudadanos, sin importar su condición socioeconomica. Tampoco existe un programa de salud integral que garantice ese derecho constitucional a nuestros conciudadanos. Si bien con el Plan Auge muchas personas que padecían alguna de las enfermedades que cubre este programa se ahorraron mucho dinero en medicamentos y tratamientos, debería haber un sistema que cubriera todas la patologías existentes o, al menos, la mayoría. Eso lo debe tener claro Piñera, para quien-supongo-el Estado debe modernizarse y continuar con su rol subsidiario de velar por el interés común y no por el de unos pocos ricos privados y privilegiados, que dominan un mercado frío y sin escrúpulos, que acumulan dividendos con repartijas miserables. Pero no sólo en la salud y educación vemos falencias, también la deuda pendiente está con la clase media, que no ve ningún beneficio del aparato estatal. Habría que ver si Piñera realmente se la juega por un sector abandonado por los anteriores presidentes concertacionistas. Si es la voz del cambio, debería modificar la forma de hacer política en Chile, donde primen los acuerdos y no las imposiciones unilaterales que generan conflicto y debilitan la democracia. El cambio no tiene que verse sólo en la eficiencia de los nuevos rostros que trabajajen para el sector público, sino que también en la manera de implementar las políticas que deben concitar más transparencia, menos burocracia y más rapidez.


Sin embargo, hay una situación que podría afectar la estabilidad e, incluso, la gobernabilidad del futuro gobierno que asume el próximo 11 en marzo. Se trata de las manifestaciones sociales. Y es que lo más probable es que la mayoría, sino todos, los grupos de presión, llámense sindicatos, la CUT, los gremios de profesores, camioneros, estudiantes, colectiveros, ANEF, etc.. Todos estarán-probablemente- en desacuerdo con muchas de las medidas que adoptará la Colación por el Cambio en asuntos económicos y políticos. Lo más seguro es que estos grupos manifestarán en las calles con movilizaciones que le darán más de un dolor de cabeza al nuevo mandatario. Si a ellos le sumamos aquellos grupos rebeldes que dicen pertenecer y/o representar a sectores de extrema izquierda-anarquistas y los típicos encapuchados que hacen disturbios en movilizaciones pacíficas-, provocarán juntos, un desorden demasiado caótico, ante el cual Piñera podría reaccionar afirmando que "habrá mano dura contra los manifestantes", con la consecuente incidencia de medidas represivas que implicarían más dotación de carabineros en las calles para frenar estas marchas y restablecer el statuo quo. Pero acciones de esa índole podrían derivar en conflictos sociales agudos, con muchos accidentados e incluso heridos de muerte, lo que, a su vez, podría propagar los disturbios en otros sectores hasta ese momento serenos, como una contrareacción de estos grupos indómitos. En el fondo, habría un caos social del cual los revolucionarios estarían muy contentos. A lo mejor, no existirían las condiciones que desembocaran en un nuevo golpe de Estado, pero sí un fuerte revuelo social del cual Piñera no sabría defenderse, pues como no es tan permisivo como su antecesora Michelle Bachelet, respondería a la violencia callejera seguramente con más violencia, a través de la fuerza pública y quién sabe si el Ejército nuevamente se coludiría con la derecha para atacar a civiles.

Todo lo anterior es un temor previsto de alguien que trabajó para el gobierno militar, cuyos colaboradores amparaban las políticas represivas de ese régimen dictatorial que resquebrajó la democracia chilena. Cabría esperar que ese temor, sea sólo eso y no se convierta en una realidad que estropearía todo el desarrollo social alcanzado hasta el momento por los gobiernos concertacionistas. La derecha si no es capaz de lidear con la clase trabajadora ni darle espacios de progreso, empleo y verdaderas oportunidades de las que tanto se jacta que dará Piñera y sobre todo a los chilenos más necesitados, su gobierno ni siquiera podrá terminar su periodo ordinario de cuatro años. En consecuencia, se pone a prueba en el gobienro que se asoma, la tolerancia y soporte técnico del nuevo aparataje estatal, compuesto por gente idónea que-espero-se preocupe por las personas de carne y hueso y no de cifras ni de los vaivanes del mercado que tanto le harían mal al pueblo chileno y a su gente.