martes, febrero 02, 2010

Un temor previsto


Ya es una realidad. Sebastián Piñera es el nuevo Presidente de nuestro país, electo en segunda vuelta el pasado 17 de enero. En una votación histórica la derecha vuelve al poder luego de veinte años de gobiernos de la Concertación. Coalición que deja un legado en avances, sobre todo, en obras de infraestructura pública y políticas sociales, pero, a la vez, deja materias sin resolver en ámbitos de la salud y educación. Por eso, al nuevo mandatario le tocará asumir los desafios del Chile bicentenario. País que con 200 años de historia aún no soluciona el flagelo de la pobreza, graficado en la mala distribución de los ingresos, los cuales siguen siendo muy disímiles entre el quintil más pobre y rico de los chilenos. La educación pública de calidad no está aseguraada para todos los ciudadanos, sin importar su condición socioeconomica. Tampoco existe un programa de salud integral que garantice ese derecho constitucional a nuestros conciudadanos. Si bien con el Plan Auge muchas personas que padecían alguna de las enfermedades que cubre este programa se ahorraron mucho dinero en medicamentos y tratamientos, debería haber un sistema que cubriera todas la patologías existentes o, al menos, la mayoría. Eso lo debe tener claro Piñera, para quien-supongo-el Estado debe modernizarse y continuar con su rol subsidiario de velar por el interés común y no por el de unos pocos ricos privados y privilegiados, que dominan un mercado frío y sin escrúpulos, que acumulan dividendos con repartijas miserables. Pero no sólo en la salud y educación vemos falencias, también la deuda pendiente está con la clase media, que no ve ningún beneficio del aparato estatal. Habría que ver si Piñera realmente se la juega por un sector abandonado por los anteriores presidentes concertacionistas. Si es la voz del cambio, debería modificar la forma de hacer política en Chile, donde primen los acuerdos y no las imposiciones unilaterales que generan conflicto y debilitan la democracia. El cambio no tiene que verse sólo en la eficiencia de los nuevos rostros que trabajajen para el sector público, sino que también en la manera de implementar las políticas que deben concitar más transparencia, menos burocracia y más rapidez.


Sin embargo, hay una situación que podría afectar la estabilidad e, incluso, la gobernabilidad del futuro gobierno que asume el próximo 11 en marzo. Se trata de las manifestaciones sociales. Y es que lo más probable es que la mayoría, sino todos, los grupos de presión, llámense sindicatos, la CUT, los gremios de profesores, camioneros, estudiantes, colectiveros, ANEF, etc.. Todos estarán-probablemente- en desacuerdo con muchas de las medidas que adoptará la Colación por el Cambio en asuntos económicos y políticos. Lo más seguro es que estos grupos manifestarán en las calles con movilizaciones que le darán más de un dolor de cabeza al nuevo mandatario. Si a ellos le sumamos aquellos grupos rebeldes que dicen pertenecer y/o representar a sectores de extrema izquierda-anarquistas y los típicos encapuchados que hacen disturbios en movilizaciones pacíficas-, provocarán juntos, un desorden demasiado caótico, ante el cual Piñera podría reaccionar afirmando que "habrá mano dura contra los manifestantes", con la consecuente incidencia de medidas represivas que implicarían más dotación de carabineros en las calles para frenar estas marchas y restablecer el statuo quo. Pero acciones de esa índole podrían derivar en conflictos sociales agudos, con muchos accidentados e incluso heridos de muerte, lo que, a su vez, podría propagar los disturbios en otros sectores hasta ese momento serenos, como una contrareacción de estos grupos indómitos. En el fondo, habría un caos social del cual los revolucionarios estarían muy contentos. A lo mejor, no existirían las condiciones que desembocaran en un nuevo golpe de Estado, pero sí un fuerte revuelo social del cual Piñera no sabría defenderse, pues como no es tan permisivo como su antecesora Michelle Bachelet, respondería a la violencia callejera seguramente con más violencia, a través de la fuerza pública y quién sabe si el Ejército nuevamente se coludiría con la derecha para atacar a civiles.

Todo lo anterior es un temor previsto de alguien que trabajó para el gobierno militar, cuyos colaboradores amparaban las políticas represivas de ese régimen dictatorial que resquebrajó la democracia chilena. Cabría esperar que ese temor, sea sólo eso y no se convierta en una realidad que estropearía todo el desarrollo social alcanzado hasta el momento por los gobiernos concertacionistas. La derecha si no es capaz de lidear con la clase trabajadora ni darle espacios de progreso, empleo y verdaderas oportunidades de las que tanto se jacta que dará Piñera y sobre todo a los chilenos más necesitados, su gobierno ni siquiera podrá terminar su periodo ordinario de cuatro años. En consecuencia, se pone a prueba en el gobienro que se asoma, la tolerancia y soporte técnico del nuevo aparataje estatal, compuesto por gente idónea que-espero-se preocupe por las personas de carne y hueso y no de cifras ni de los vaivanes del mercado que tanto le harían mal al pueblo chileno y a su gente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

creo que este nuevo gobierno no tendra la capacidad de terminar su mandato....el pueblo se encuentra molesto, ya que de todas las mil promesas hasta el momento ninguna ha sido cumplida y solo se escudado y escondido de manera cobarde detras de el terremoto del 27/02/10 olvidando la educacion de calidad para todos los niños de Chile, la salud para todos los Chilenos, el trabajo y sueldos Dignos....y que decir de la clase media, aun sigue olvidada....