jueves, abril 06, 2006

La paradoja

La juventud es una etapa bonita de la vida, pero cuando estás inseguro en cuanto al porvenir o estás confundido porque no sabes lo que quieres, vas cayendo poco a poco en el precipicio de la incertidumbre intolerable. No me percaté de las consecuencias que traería esta armonía de ilusión forjada, nunca sospeché que el peldaño de madures disfrazada, me causaría la más indecisa personalidad mía. Lo mismo ocurrió con otro individuo; no obstante, él había tenido más experiencia que yo y, por ende, seguramente lo que lo destruyó en dignidad en un momento, lo fortaleció luego de que se recuperó. En cambio yo, que aún no me saco los pañales de la infancia, voy descubriendo que no salí como querían los otros-aunque eso sea positivo para mí al mantener mi autenticidad-un molde que esperan de este estrafalario ser. Quizás, todavía no me reconozco en un espejo (y eso que éste no miente) en el cual pueda vislumbrar mi alma achacada por remordimientos estúpidos. Dicen que son estos los años de los grandes descubrimientos. Uno tal vez, a esta edad, capta mejor el entorno o lo exterior del mundo. La tarea difícil en estos tiempos es descubrir tu mundo interior. La desesperación por no encontrar un horizonte claro, te hace involucrarte con terceros, lo que conlleva a que tu felicidad dependa de los demás. La identidad se construye a base de memoria y de experiencia personal, pero qué pasa cuando eso no basta, qué pasa cuando incluso habiendo hecho cosas por ti mismo y por los demás, no puedes identificarte a ti mismo. Son esos cuestionamientos los que no dejan a mi mente pensar en paz. Mi cabeza es una brújula que no apunta a ningún punto cardinal. Sin orientación en la vida, transitas como un animal ciego. Cada día pasa, en un abrir y cerrar de ojos; ya estaré viejo, con los mismos cuestionamientos. A todos nos pasa lo mismo, es parte de la condición humana, el de llegar a viejo con incertidumbres. El optimismo es un alucinante que te permite disfrutar la vida, pero de manera efímera; nunca llegas a la cima de a tu autorrealización; eso es una utopía. El hombre es una pasión inútil. Si naciste del vientre de tu madre llorando y los que te observaban estaban contentos y riendo, la idea es que cuando te estés muriendo, tú seas que el que se esté riendo y los demás tristes y llorando. Ahora bien, la esperanza es lo último que se pierde en la vida, se divulga con religioso afán. Por lo menos me puedo aferrar a una creencia subjetiva, ya sea artística, religiosa o política. Lo importante es no dejar de creer, porque cuando pasa por encima de ti una ola del escepticismo, vez todo el sin sentido y sin sabor de la vida. Esto va condenando y matando la última gota de fe que te queda, teniendo como resultado un alma vacía dispuesta a morir en el abismo. No propongo el típico disfruta la vida, aprovecha el tiempo ni cosas de esas, simplemente aprende a valorar la vida. Cada viento, cada amanecer y anochecer, cada suspiro que emites cuando respiras en paz, aunque sea por momentos, es lo que determina la apreciación del lado bello de la vida. Somos un animal más en este mundo caótico, que busca sobrevivir ante los obstáculos naturales. Que la muerte sea una salida y no una entrada hacia otro mundo, puesto que del mismo modo que no sabemos nada antes de nacer y nos introducen arbitrariamente a vivir acá, de igual forma después de morir ignoramos hacia donde se dirige nuestra alma; y si es que va un mundo, quién sabe si no pasa nada. No saco nada con especular porque la curiosidad no solamente mata al gato, sino que a cada hombre y mujer que habita el planeta. A lo mejor cuando llegue a viejo encuentre las respuestas necesarias que atenúen mi incertidumbre, mientras tanto la idea es no dejar se hacerse preguntas aunque sean superficiales e ingenuas a ojos externos. La oscuridad de mi vida empieza cuando veo todo en blanco. La paradoja.