martes, julio 11, 2006

Artículo literario


El aporte espiritual de un mítico novelista:

Herman Hesse y su visión totalizadora del ser humano

· A lo largo de su obra, planteó temas recurrentes centrados en aspectos existenciales del hombre. Las dualidades internas del sujeto, en constante conflicto, y la lucha de éste por superarlas para llegar a su plenitud y así lograr un conocimiento más integrado de la vida, son ideales que envuelven su creación. Asimismo, tenía un interés no sólo artístico, sino que también ético, de imaginar un mundo con los mejores valores de la humanidad y poder vivirlos.

En torno a Herman Hesse, surgen en mí sentimientos encontrados de admiración e indiferencia. Por un lado, entiendo sus novelas como un regocijo espiritual en el que todos los que las hemos leído nos vemos proyectados en sus personajes. Por orto, no me causa ninguna gracia conocer la vicisitudes de seres superiores ficticios, que en la vida real no existen. Pero como este escritor no fue para nada dogmático, seguramente toleraría mis opuestas impresiones.

Debo reconocer, eso sí, que sus escritos producen un goce estético en mí. Para explicar por qué me ocurre eso, es necesario conocer la intencionalidad poiética Hessiana. Así, uno revela que su obra es una prolongación de sus propios sueños e ideales, que concretan sus peculiares personajes.

Poeta innato

Hesse nació en 1877, en Calw, al sur de Alemania. Su infancia la vivió en esta localidad rodeada de bosques, lo que le sirvió para apreciar la belleza de la naturaleza. Pertenecía a una familia de pastores protestantes, que habían vivido en la India. Esto tuvo gran influencia en sus novelas. El lazo afectivo que mantuvo con su madre fue muy importante en su afición por la música.

Él creía que no había ninguna disciplina que enseñara a ser poeta, pues era un camino individual que había que seguir a través de la vida. “Se nace poeta, no es poeta el que quiere llegar a serlo (…) Es un honor ser poeta, un poeta conocido y afortunado”, frase que dijo este novelista en algún momento de su vida.

Estudió dos años Teología, que luego dejó. Tras ello, siguió estudios en forma personal. Entre los 16 y los 20 años, no sólo llenó cientos de papeles con sus primeros ensayos de poeta, sino que además conoció parte del la literatura mundial y estudió con tenacidad la historia del arte, las lenguas y la filosofía.

Los primeros libros que le hicieron ser escritor fueron: “Hermann Laucher” (1901), y “Peter Camenzind” (1905) y “Bajo la rueda” (1907). Textos casi autobigráficos y muy conectados con las dificultades de la adolescencia.

En 1919 aparece publicado “Damián”. Novela que muestra el crecimiento de su personaje principal, Sinclair, con todas sus dificultades, teniendo como guía cercano a Demián, un joven más maduro que puede estar dentro o fuera de Sinclair. Es un relato en el que la intimidad del personaje central evoca sus miedos, sus amores y admiraciones, sus creencias y su permanente evolución.

En 1922 se publica «Siddharta». Desde la niñez Hesse había sentido una gran cercanía con la India por sus padres y su abuelo. La novela es una visión espiritual de la vida, la búsqueda de un sentido y de la interpretación del mundo.

En 1927 publica «El Lobo Estepario» y en 1930, «Narciso y Golmundo». Trabajó casi once años en la confección de «El Juego de Abalorios». Esta última novela es para algunos, su obra de mayor profundidad. Y fue publicada en 1943. Describir este juego resulta inefable, sólo se nos dan algunas pistas. Se trata de una actividad que busca conexiones, y posibilidades de intercambio entre los diferentes aspectos del conocimiento humano.

La totalidad-dualidad

Si uno aprecia con cuidado los temas referidos por este escritor, uno descubre que aluden al ideal de totalidad y simultaneidad entre el arte, la filosofía y la vida. ¿Cómo superar la dualidad interna del ser humano? ¿Cómo unir la parte espiritual y mental, con la pasión y sentimiento? son problemas permanentes del ser humano que, de cierta forma, reflejan que en su vida real, Hesse tuvo inquietudes espirituales.

Este novelista pensaba que este mundo está lleno de polaridades. Por ejemplo, entre materia-espíritu, paz-guerra, espíritu-naturaleza, demoníaco-angélico, etc. En este sentido, sus personajes luchan por encontrar un mundo más armónico que supere estos antagonismos, siempre dolorosos.

En el fondo, trazó un camino místico de autorrealización. Una especie de unidad ontológica de la naturaleza y el espíritu, una posibilidad de abarcar los opuestos en pugna, integrados en un nivel superior de conciencia. Asimismo, tenía un interés no sólo teórico o artístico, sino que también ético, de imaginar un mundo con los mejores valores de la humanidad y poder vivirlos. También hay muchos símbolos de unión y totalidad presentes en su obra: el agua, el fuego, el Juego de Abalorios, el Buda, el Teatro Mágico, los Inmortales, entre otros.

Del mismo modo, creía que el hombre nace en la inocencia, luego pasa al conocimiento, con la desesperación que eso conlleva. Y puede lograr, pocas veces, una vuelta a la inocencia como un estado espiritual y de servicio a la comunidad. Esta candidez responsable es el logro del ser humano más evolucionado. Es como el mito del Superhombre de Nietzsche, en el que el hombre vuelve a ser niño. Sólo los artistas, los filósofos y los santos pueden llegar a esta etapa, luego de un largo camino de crisis con el mundo habitual, al logran una superación de los conflictos y darle vida a los valores más altos de la cultura.

La amistad es el complemento

La presencia de los amigos como una forma de interactuar, de influirse mutuamente y de crecer, es un asunto reiterado en su obra. Estas amistades nos muestran la polaridad de algún conflicto del ser humano, representado en dos personajes, que muchas veces pensamos que pueden ser dos partes de una misma persona. Por ejemplo: Sinclair y Demián, Narciso y Golmundo, Harry Heller y Armanda, etc. Siempre uno aporta al otro lo que le falta, lo que lo completa, lo que lo hace más humano, y le permite madurar. Son lazos espirituales que producen cambios profundos en cada personaje. Uno es como el doble opuesto del otro.

En definitiva, por su aporte al espíritu universal, Hermann Hesse recibió el Premio Nobel de Literatura en 1946. Año en el que además, obtuvo el Premio Goethe en Alemania, donde sus novelas habían sido quemadas y prohibidas por el nazismo. Sus libros tuvieron gran difusión en Europa y Latinoamérica. Murió en 1961 a los 84 años…habiendo logrado con creces “ser un poeta conocido y afortunado”.