viernes, agosto 11, 2006

Abre la puerta





Es una tranca Psicológica lo que lo desvía del camino normal. Al interior de su caparazón no entra nadie más que él mismo. Es una burbuja infranqueable. Su vida transcurre al interior de su hogar como manso animal. Sueña despierto, estira los brazos y expele su olor, se rasca la panza y se sienta casi como acostado. Su única compañera es la botella de cerveza. Las moscas se posan en su cabello. No conoce la libertad exterior de la calle. No se siente sólo: lo acompaña un medio de comunicación. Fuma cigarrillos de vez en cuando. El sillón, que también es su cama, ya está apunto de fracturarse. El desorden del living evoca el caos de su mente. Se mueve poco (salvo para buscar comida que, luego de extraerla del refrigerador, la calienta en el microondas o para ir al baño), y pasa todo el día viendo televisión. Tiene cable. Su tele es de 21 pulgadas. El DVD parece de adorno, porque lo ocupa escasamente; y cuando lo hace, es simplemente para ver una película de acción que ya se estrenó en los cines. El amplio sofá azul marino de cuero con plumones de algodón-que refleja la buena situación económica de sus progenitores- es su refugio espiritual. Allí reflexiona sobre los grandes acontecimientos que les suceden a los protagonistas de una teleserie. O tal vez elucubra sobre el destino de los actores de una serie norteamericana. Ni siquiera navegar por Internet le llama la atención. Cree en el amor al control remoto; lo ama porque no tiene que pararse para cambiar de canal. Se ríe de los problemas relativos a la farándula. Llora cuando se muestran imágenes de niños en la guerra. Canales deportivos no ve, debido a que se frustra si observa a sujetos con cuerpos esbeltos. No está conforme con lo que es, pero aún así, no hace nada para cambiar. Al contrario, refuerza su gordura. Come alimentos ricos en grasas y calorías. Obviamente que con eso aumenta su sobrepeso. Es mantenido por sus padres, quienes le mandan dinero semanalmente. Su apariencia es la de un borracho chascón, con barba y ropas descuidadas. Es velludo y moreno. Cuando está de pie, da la impresión que el estómago se le fuera a caer. Su caso es una típica hipnosis audiovisual que les ocurre a personas sedentarias, hedonistas, desocupadas y flojas. No tienen otra cosa mejor que hacer que estar pegadas al televisor. No necesitan trabajar. Para eso sus seres queridos les costean sus vicios. De esta manera, van cayendo en un hoyo existencial que los convierte en perfectos inútiles. La única salida para ellos-y sus padres- es un tratamiento psicológico severo, que les ayude a cambiar de hábitos, tener una actitud mucho más activa frente a la vida, ser capaces de renunciar al aislamiento y compartir con la sociedad, interactuando con ella. Alguien les tiene que decir con urgencia: “Abre la puerta de tu casa, la de tu mente, la de tu alma, y la de tu corazón. Que tu evasión sea tu imaginación y no la televisión que fomenta el analfabetismo. Corre por las calles de tu barrio. Respira en bosques. Báñate ríos y mares. Empápate del amor a una mujer y a la naturaleza...” Estas acciones se logran con voluntad interior. Si ellos mismos no reconocen sus problemas, y tratan de modificar su conducta, difícilmente alguien los podrá salvar de la mediocridad; seguirán estando alienados y siendo zombis. Pero a lo mejor son felices con la vida sencilla que poseen. De todos modos, de eso no se trata la vida… ¿o sí?

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