martes, enero 10, 2006

El mundo como pregunta


El mundo como pregunta

Unos ojos abiertos y curiosos tienen los niños a cierta edad (entre los 5 y 10 años). Para ellos todo es incógnito porque descubren un mundo en el cual fueron introducidos sin su consentimiento. Contemplan el entrono con ganas de aprender, en primera instancia, como mera imitación de conductas de sus seres queridos con los cuales viven y desarrollan su crecimiento. Aunque inconscientes aún, los pequeños forman su comportamiento que los marcará de por vida. No hablo sólo del aspecto psicoanalítico que otorga cierta persistencia de comportamientos que se repiten en el futuro del niño cuando este es adulto, sino que también la cosmovisión que este tiene de la realidad en la que vive. Con esto trato de decir que hay un determinismo cultural o familiar que de por sí condiciona el devenir de las personas. Se dice que un individuo que vivió desde temprana edad con una familia bien constituía-entendiéndose por tal, una familia compuesta por un padre una madre y hermanos-tendrá en el futuro una vida digna por los valores que posee. Se cree también- en occidente sobretodo- que un sujeto con educación básica y pre-básica, tiene más oportunidades de surgir que otros que no la tuvieron. Si a lo anterior le agregamos además que el punto diferenciador más patente en la juventud es el momento cuando sólo algunas personas de una generación pueden acceder a la educación superior, ya sea por sus capacidades o por sus recursos, podemos colegir que las sociedades actuales son elitistas porque escogen a los mejores para continuar con el sistema: el neoliberalismo.

Pero no pretendo abarcar una crítica a las estructuras sociales ni minusvalorar la misión formadora de los centros educacionales. Lo que acá se plantea es la idea de que antes de que nacer, estamos adscritos a lo que seremos en la vida. Es como la predestinación: todo está escrito. Con esto no aludo al hecho de que nos estamos convirtiendo en sociedades estamentales en las que si uno nace pobre muere pobre, sino que se refiere al modo de organizar el mundo de antemano antes de que nacemos, dependiendo de la cultura, raza, geografía y lengua. Con la globalización este tipo de teorías no tendrían ningún tipo de fundamento, porque todo sería uniforme. Pero esa uniformidad estaría determinando a priori la vida de las personas, porque si no ¿de qué otra forma sería el mundo? No hay otra explicación. No obstante, en este paradigma está subyacente una idea que da origen a su título. Y es que una pregunta trae a colación otra pregunta y así hasta el por qué infinito. Vale decir, cuando uno encuentra respuestas a un cuestionamiento, surgen nuevas dudas, las que, por principio, generan nuevas preguntas, y éstas al reformularse crean otras maneras de resolver esas interrogantes… y así se repite el ciclo eternamente. No hay certezas, es parte de la condición humana. Y por eso cuando se nos trata de imponer una visión de mundo, en la madurez uno debe aceptarla o renegarla, pero quedarse con alguna visión, ya que sino la tiene estaría únicamente sobreviviendo.

Los niños son los privilegiados en este aspecto. Ellos tienen un alma libre, no corrompida. Para ellos el color de la vida es mágico e inefable. Nadie se entromete en su mundo. Cuando comienzan las preguntas, comienza a desvanecerse también ese universo que construyeron con fantasías para adherir a la lógica de la sociedad. Es verdad, están socializando, mas no vuelven a percibir como antes. A lo mejor conocen el amor y las cosas bellas de la vida a medida que van creciendo, pero esa concepción inocente se esfuma con los años y no vuelve más. Algunos buscan retornar a aquel a través del recuerdo, aunque es inútil porque en aquel mundo primerizo no se cuestionaba, se vivía. El mundo como pregunta empieza cuando uno deja de ser niño. El mundo como respuesta no les pertenece a los hombres, sino que a los dioses…

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