jueves, enero 12, 2006

Los ricos son fetiches




Van cruzando con alegría la calle, aquellos a quienes no les falta nada para satisfacer sus deseos. Con sus atuendos lujosos y finos, van a cada paso dejando huellas imborrables; mientras son apreciados por los transeúntes comunes y corrientes. No se cruza nadie en el camino de ellos, al contrario, la gente les abre el paso como si fueran unos destacados personajes públicos. Miran con desdén indiferente al resto, demostrando que, para ellos, los otros no existen. Se dirigen a sus aposentos enorgullecidos del estatus elevado que poseen, gracias a la jerarquía que ellos mismos inventaron. Es sabido que la elite configura los parámetros que guían a la sociedad. Siempre en beneficio de ésta última para aprovecharse del resto. La herencia que poseen estas minorías selectas se traspasa de generación en generación lo que provoca, a la postre, que se mantengan las concentraciones de poder. Aunque es cierto que puede haber movilidad social, casi siempre son los mismos quienes controlan el poder. La posible revuelta del pueblo o de la masa para revocar esta estratificación desigual, se ha intentado por siglos en diferentes épocas de la historia y en aparatados lugares. Nunca se ha conseguido, eso sí, contrarrestar la diferencia. Partiendo de la base de que todos somos disímiles, los integrantes de una comunidad deberían, entonces, asumir funciones diferentes. Remar de arriba para bajo, como lo hacen muchas personas de la clase media, es sólo un intento más por ser los amuletos sociales, es decir, con una identidad fija que les dé prestigio. Los cambios son de raíz, pero en las ramificaciones se ven los resultados. Y, en ese sentido, pareciera ser que en cada trasformación, evolución o revolución humana, algo se mantiene inamovible y permanente: los ricos fetiches. ¿Qué quiero decir con esto? En primer lugar, la llorona pobreza se perpetúa a lo largo de la historia porque la elite siempre los ha dominado y los seguirá domando. No planteo lo que decía Marx de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, ni tampoco que se llegue a la emancipación de la sociedad, suprimiendo las clases, ya que aunque así sucediera, lo que ocurriría al final es que una clase dominaría en lugar de la otra, es decir, un simple cambio de mando donde la que ahora gobierna es la clase obrera. La voluntad de poder sobre los otros siempre ha estado latente en las diferentes sociedades. Y los fuertes han ejercido su poder sobre los débiles. Han surgido ideologías como el Nazismo que aspiran a que una raza superior (la Aria) domine el planeta. Porque, según ellos, son la raza pura: la aristócrata, la minoría selecta; que impone un orden de cosas superior sobre los otros tipos de hombres. El rol Estado, según los parámetros nazistas, debe ser la de garantizar un control absoluto sobre todas formas sociales de la nación, oprimiendo a los disidentes, y así asegurar la imposición de una dogmática ideología cohesionada y homogénea, donde los valores patrióticos de la estirpe salen a relucir como únicas formas auténticas de estabilidad y progreso humano. Sin embrago, si ellos cumplieran con su propósito antisemita y racista de aplicar la “limpieza étnica” y lograran efectivamente eliminar al resto de las razas humanas ¿Ante ojos de quiénes serían superiores? En otras palabras, si sólo existieran ellos como raza única viviente en el planeta, no serían los mejores ni superiores de nadie, sino que serían todos iguales, porque no tendrían con quien compararse ni imponer categoría. Por lo tanto, se perdería la jerarquía social, y se derrumbaría toda la ideología nazi. Lo que quiero decir es que el débil debe existir para justificar al fuerte. Y los ricos fetiches se han confabulado para que las personas, en el caso del nazismo, sean esclavos del Estado. En resumidas cuentas, mientras la masa no se revele para corregir el modelo, el rico seguirá gobernando.

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