sábado, diciembre 07, 2019

La necesaria dignidad del ser: Hacia una socialdemocracia



-Una sociedad es mejor con igualdad de oportunidades para sus habitantes. Si una persona no se siente digna, no es feliz y, por tanto, se le quitan las ganas de vivir. Es necesario resguardar mínimos de dignidad para vivir y no solo sobrevivir. El costo de vida debe ser directamente proporcional al valor de ser feliz, con los seres queridos, vivir en armonía con el resto, en un lugar donde se respeta el medio ambiente y con recursos suficientes para alimentar el cuerpo y el espíritu. 

-¿Es culpa del modelo? Mercado y Estado pueden perfectamente funcionar, cohabitando, en la llamada economía social de marcado, bajo un régimen político de socialdemocracia ¿Más Estado o más mercado? Un Estado que regule con más fuerza, asegure derechos fundamentales como la salud, educación y pensiones. A partir de ahí, el mercado funciona, pero supervisado, con fuerte competencia y con Fuerzas Armadas, resguardando la paz. 

Por Gabriel Angulo González

Estalló lo que tenía que estallar. Era cosa de tiempo. Antes o después. Una, dos o tres décadas después. Cíclicas son las convulsiones sociales que han asotado la vorágine de la vida chilena.



La violencia se aísla. No se destruye lo que por tanto tiempo se construyó con esfuerzo de todos. Cambios estructurales profundos deben venir o la rebelión continuará.



La clase política llega al acuerdo tarde, pero llega. "Hay que volver a la normalidad", dicen algunos. Yo digo, a una nueva normalidad. Los cambios duelen y si son sociales, un tanto más. Sin embargo, algo permanece inalterable en Chile: la voluntad de ser más dignos como personas, como chilenos y, en definitiva, como seres humanos.



Que el modelo, la Constitución, los empresarios, los vecinos, los pobladores, la izquierda o la derecha. Todos son inocentes y culpables a la vez. Primero, se restablece el orden, de a poco, para llegar a un "nuevo orden". Ese con pensiones dignas, viviendas amplias, salud de calidad y educación ejemplar para todos sin distinción. Un orden que legitime la mayoría absoluta de la población, con el 2/3 o más. Misma proporción requerida para una nueva constitución, una nueva carta fundamental, que no soluciona todo, pero garantizaría derechos esenciales de las personas. El cambio parte por una nueva mentalidad. La verdadera revolución viene de la conciencia. ¡Despierta!, pero en serio. Chile despertó, porque sus habitantes lo hicieron.



La fuerza social disminuye, pero no se detiene. La movilización es la esencia que engendra el cambio. Si no se mueve el pueblo, nada ocurre. La paz reina y se obstruye lo que destruye. La indiferencia de quien no protesta es la razón del estado permanente de las cosas. La sociedad mejora si todos contribuimos.


Ahora, se respira un aire nuevo. Ese aire de todos que nos une y que requiere tratamiento especial. Descontaminarlo, eso sí, de la combustión causada por incendios de rabia, tras saqueos, o bien barricadas. Esa rabia contenida por más de 30 años. ¿Es el modelo la causa del descontento, los abusos, la desigualdad? Debe ser en parte eso y más. Más de una explicación hay. Lo importante es tomar conciencia y decir: "Construyamos un país mejor". Empero, sin destruir lo ya desarrollado.

Más de 50 días. Anhelos varios transcurridos y forjados en deseos sociales. Al parecer todo sigue igual y mientras eso así sea, el movimiento no se detendrá. La nueva Constitución debe ir acompañada de reformas estructurales, cambios de leyes para reformar - o cambiar- las AFP, el sistema de Salud privado, el transporte público, la educación universitaria y la mejora de los sueldos. Si nada cambia el descontento sigue y la protesta retorna. Chile debe transitar hacia un sistema social y democrático, con una economía social de mercado. Así se reduce grandemente la desigualdad y se reparte mejor la torta de los recursos. Chile sigue y avanza, pese a todo. La crisis se superará más temprano que tarde. //GA

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