martes, febrero 25, 2020

La hilarante sonrisa del amor

El puerto se asoma. El faro ilumina la venida ¿De qué? De la embarcación del amor amoroso. Mar azulado en destino airoso. Ese que ama al ser amado y a la naturaleza de la vida y el espíritu santo.


Comienza el mar florido a mostrar su voz. Sirenas de agua salada transmigran a dulce. Transcurre la estadía de a dos, con amor sincero. El polen de la abundancia crea el escenario perfecto. No hay un día del amor. Se da todos los días o no se da. Los matices en amor no existe. Será cariño, aprecio, estima, pasión, pero jamás amor, el cual no pide condiciones.

14 de febrero es un día más, pero especial. La belleza de sentir y ver tu rostro reír es lo más espléndido de la existencia. La vida va de la mano con tu mirada sostenida en la alcoba de tu vaivén del aura boreal del horizonte marítimo de tu ser. 

Cae la noche, porque el día perdió la batalla. Cada sortilegio de tu andar deja una estela de caprichos divinos, que disgregas por doquier. Especulas el canto de sirena, que la briza de la mañana abraza con el viento despertador de la resonancia natural. 

El verano permanece caluroso ante las olas del mar. La serenidad de la arena y retumbar de la marea es la estrella que jamás deja, deja de llorar. Brilla, que brilla en la cumbre de la conciencia y en la ternura de la liquidez de canto gallo. 

El crucero del amor zarpó y se llevó consigo el temblar de emociones carcomidas de la vida. Puede ser que la soñada dulzura primogénita renazca desde el corazón hasta el infinito. 

Miramos la perspectiva divina, la contemplación de manjares celestinos. La eucaristía nos aloja en forma especial y espiritual. Para soñar solo se requiere una mente positiva y una ilusión encomendada. Ambos ya nos vemos caminando para sofocarnos en la vorágine del calor amoroso. Abriga el frío y contenta el alma. 
Alegorías, pensamientos y caricatura. No hay que divorciar la mente de la emoción. Vibrar con la vida. Conciencia despertada. 






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