viernes, septiembre 05, 2014

Mi mirada es una solapa recubierta



Se moja de la cintura para abajo.
Arriba la falda le cubre hasta las rodillas.
Pinceles trastocados por el tiempo dibujas siluetas de noches frías.
No existen las palabras nada, siempre y nunca.
Las ocupamos como quien maneja el tiempo; el tiempo, una de dos: o se maneja solo o es Dios quien atenta con la eternidad eternizante.
Las hojas no caen.
Papeles blancos piden ser llenados con palabras.
Lápices azules se vuelven morados.
Lo añejo es más sabroso que lo fresco.
Lo nuevo trae tanto menos que lo viejo.
Empañada la ventana; describe la frialdad de mi alma.
Apunto al cenit con mi mirada gótica.
El siglo vivido por la admiración de un país que celebra vocablos vivos.
Tan blanco, como negro contraste. Estufas encendidas y ejercicios apagados.
Ayer nació el río que riega las calles cochinas.
La limpieza empieza por la suciedad acumulada.
Me río. Canto, luego me río nuevamente. Ya cada canción es un eco de mi ego trastocado.
Estoy ido. Ido del norte y del sur. Ido del alma y la constancia. Ido de la rutina.
La ecuación es al revés. Una asimetría dulce con sabor a miel. Pero sin azúcar, porque daña la salud.
El tabaco, los jugos, el exceso de azúcar puede provocar cáncer.
Se acabó la ternura. En nombre del placer, deja que lo duro golpee la intimidad.
Vientos corroen los huesos. No locro sacarme la astilla del pie.
Amanece una vida mejor. Ya sé que la acabó la oscuridad.
Empieza la iluminación de la tendencia sublime.






1 comentario:

Anónimo dijo...

no me gusta ni Parra ni su antipoesía, podría decirse que soy una "antiparra", pero tu escrito, como siempre, está excelente, desde adentro, desde la guata

capaz que en el 2084 estemos celebrando tus 100 años en el palacio de la moneda

Mire :)