miércoles, enero 16, 2013

Todos somos mapuches



Por esencia, somos aguerridos. Por idioscincracia, vivimos aparentando lo que no somos. El chileno común peca de soberbia cuando posee una condición social acomodada y es demasiado humilde y autocompasivo cuando la vida lo trata mal.



Tenemos mucho de los españoles. Ser blanco para muchos, hoy, sigue siendo sinónimo de aristocracia. Ser negro, mulato o aborigen te convierte en un ser inferior. El racismo aún florece en las latitudes más privilegiadas de esta sociedad casi de castas, gobernada por los grupos económicos y respaldada por gobiernos que perpetúan la desigualdad a niveles escandalosos.

Somos esforzados. Solidarios y amigables. Estamos dispuestos a ayudar al otro. Lo malo, es que la mayoría de las veces esperamos algo a cambio o sacamos en cara que realizamos tal acción para conseguir una respuesta que confluya con nuestro interés.

RECUPERACIÓN DE NUESTRA TIERRA

Algo nos mueve a luchar. Soñamos con ser un país desarrollado. Sin embargo, esperamos que de afuera vengan extranjeros y saquen provecho de lo nuestro para crecer, y lo que a ellos le sobra de su ganancia se traspase finalmente a nosotros o al Estado para que reparta la torta.

No somos capaces de valorar la riqueza natural que poseemos. Mar. Tierra. Cordillera. Desierto. Ríos y lagos. Cerros, bosques, humedales. Hielos milenarios y una flora y fauna exquisita. Y qué decir de recursos minerales como el cobre, el magnesio, el hierro, el litio y oro en menor cantidad. Teniendo eso, no le sacamos partido. Llega el inversor ambicioso -lo invitamos- explota un recurso, gana con ello y luego revende su producto a precios altos a este mismo Chile que lo acogió en un "paraíso fiscal" tremendo.

No debería sorprender, entonces, que las familias más ricas no sean chilenas. Inmigrantes visionarios del siglo XX llegaron, se instalaron, comenzaron un emprendimiento novedoso y surgieron al alero del progreso económico que el país ventiló a partir, sobre todo, de los 80´. Lograron dar el salto pasando por encima de los chilenos, explotándolos, gobernándolos y adquiriendo poder ante la ignorancia y resignación de un pueblo que no sabe surgir por sí mismo.

Hilar más fino significa ventilar nuestra real cara. Si ya es contraproducente que el crecimiento y desarrollo del país dependa de extranjeros, es decir, de lo que pasa en EE.UU. y China, más encima desconocemos a personas que viven en nuestra tierra y son la verdadera gente chilena: los mapuches. Ellos luchan por recuperar su terreno que fue saqueado, justamente, por mentes desquiciadas enfermas de poder e insensibles de una cultura rica y autóctona que sólo deseaba trascender tranquilamente.

Arauco sigue teniendo una pena. Como dice la canción de Violeta Parra, ahora son los propios chilenos quienes no los dejan en paz. Si bien no se justifica la violencia reflejada en atentados incendiarios que protagonizan movimientos extremistas mapuches, responder con más violencia y represión mediante la fuerza policial, es un error que no conduce a la real solución: que este pueblo recupere sus tierras.

Además del reconocimiento constitucional que hace mucho tiempo deberían poseer y tener varios escaños en el Congreso, con diputados y senadores, debería establecerse un Estado autónomo: La Araucanía. No en el sentido, separatista, sino integrista, en el que Chile reconoce a este pueblo tal como Italia a El Vaticano. Temuco y las ciudades colindantes de la IX Región conformarían el territorio de esta nación, que sigue siendo chilena, pero gobernada por el pueblo mapuche. En el chilenos y chilenas podrían habitar sin ningún problema y serían los mapuches quienes establecerían sus reglas, tradiciones, idioma, vestimenta y de qué forma genera recursos para autofinanciarse, independiente que reciba fondos del mismo Estado chileno.

Eso no pasará. Y no pasará...porque los que tienen el poder real no les conviene ni les interesa. Prefieren el Chile de hoy. Mantenerlo.


MI LUCHA, NUESTRA LUCHA



Partamos por recuperar nuestra tierra, nuestra alma, nuestra cultura. Que la globalización nos permita conectarnos a nivel mundial, pero no perdamos nuestra identidad. Recuperar nuestra tierra significa trabajarla uno mismo. Significa valorar lo que tenemos y explotarlo. Significa crecer con nuestros propios recursos y obtener utilidades que permitan financiar mejores y definitivos programas sociales que terminen con la desigualdad en salud, educación, vivienda y transporte. 


La guerra de Arauco sigue latente. Es la que ha durado más tiempo en la historia. La lucha es contra el extranjero, no contra nosotros mismos. Ser mapuche es aquel que vive la tierra desde la pertenencia a ella. No pertenecemos a una tierra ajena, contaminada con la modernidad y la tecnología. Pertenecemos a la tierra donde la habita el hombre que la trabaja con su sudor y la dirige a un desarrollo sustentable. Ser autónomo es no depender de lo que pasa en las principales bolsas del planeta y converger en habitantes con igualdad de derechos y deberes.


El chileno es esforzado. El chileno es perseverante. El chileno sigue adelante, pese a las dificultades. El chileno no olvida. El chileno es inquieto e inconformista. El chileno es terco. El chileno pelea hasta conseguir sus objetivos, si es que no lo logra a medias. El chileno es feliz a ratos. El chileno tiene picardía. El chileno es acogedor. El chileno es cariñoso. El chileno es bohemio. El chileno tiene garra. El chileno es araucano, el chileno es MAPUCHE





1 comentario:

Unknown dijo...

Buena Gabriel, buen articulo, sigue asiii tirando para arriba :)