martes, enero 09, 2007

Morir a ratos

A veces me gustaría desaparecer por un instante. Dejar de existir para serenar mi espíritu. Esfumar cada partícula de mi cuerpo a un estado aletargado de somnolencia pura. Ser un muerto en vida. Morir por un rato para que mi corazón descanse, dejando de latir por un momento prolongado. Transformarme en un fantasma que ve la vida desde una dimensión paralela al mundo real. Estar y no estar a la vez. Tocar sin sentir. Sentir sin tocar. Respirar sin inspirar. Ver sin ojos. Desdoblarme como un payaso niño que se escapa de su dueño. Mi alma pide salir. Pero tengo miedo. En el fondo, le temo a eso. Medito con nervios. Nunca me concentro del todo y, por ende, nunca alcanzo el nivel de nirvana. El tercer ojo no existe. Toda creencia no es más que eso. ¿Quién no desea morir? uno vive para morir. El que busca la muerte la encuentra tarde. Afortunado es aquel a quien la muerte lo visita de improvisto. Bienaventurados los que mueren en accidentes, pues serán salvados; pienso yo. Si Dios se los llevó antes, es porque los quiere a su lado. Si yo cuido de mi vida es porque la valoro, sin embargo, de qué me sirve si no la disfruto. Si se apaga el sol, sale la luna. Cuando está nublado todo permanece inalterable. El equilibrio es la esencia de las cosas. El espejo indica la emoción. Ya soy capaz de sacar la garra de la victoria. Me revelo ante todos. Ya no me miento a mí mismo. Las máscaras se derriten. Las facetas se cohesionan en una sola. La actividad debilita al hombre, y a la vez, lo fortalece. El sedentarismo es amigo de la enfermedad. Tejer cada suspiro como alondra primaveral, refleja la calidez de humanidad que habita en cada uno de nosotros. Casi todo me resulta como quiero porque tengo la voluntad de hierro. Nada sucede fortuitamente. Todo tiene un orden. Todo está hilado. Nada está al azar. El que piensa lo contrario, niega su condición. Sin embargo, el absolutismo es ingenuo. Ser dogmático es sinónimo de tener una mente hermética. Ya no me tropiezo como antes. Aprendo de los errores ajenos. Creo en una cosa, porque me creo me propia religión. Mi filosofía es sólo un alfiler más de los millones que se distribuyen por el planeta. La empatía es una utopía. Nunca nadie podrá ponerse en el lugar de otro. Me desvió del camino. Soy capaz de retomar el rumbo. El hecho de morir un rato me hará bien para enderezar la ida: vacaciones…

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