Rabia en sus venas. Transpira sudor y
resignación. Un reflejo del hastío rutinario; su rostro. "Abre la puerta
po`´agilao`", escucha a diario. Los pasajeros lo agotan. Cuando falla el
Metro, el estrés se triplica. Los genios se enardecen, se empujan, se contaminan.
Los barristas rompen los vidrios de la micro y la desmantelan. Quisiera
arrancar, dedicarse a otra cosa. Pero si él no maneja, ¿Quién lo hará? No
aguanta más. Una tarde cualquiera detiene el transporte, se baja y se va. Tras
de sí, escucha los reclamos de gente tanto o más apestada que él. Decide no
conducir más.
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